Ramonita Regateiro: «No he pensado en jubilarme, me gusta el comercio».

Publicado por Redacción en

Con 83 años, esta comerciante de Padrón seguirá trabajando detrás del mostrador.

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Con 83 años, Ramona Vázquez Iglesias, más conocida en Padrón como Ramonita Regateiro, no quiere oír hablar de la jubilación, quizás porque toda su vida estuvo y está ligada al comercio. Por esta razón, se le hizo «muy duro» cerrar la tienda de Confecciones Regateiro (nombre que hace referencia al apellido de su familia) en la Rúa Longa, abierta en 1928 por sus padres, Joaquín Vázquez Regateiro y Encarnación Iglesias Cabeda.

Cerró ese comercio pero ella sigue a pie de mostrador, ahora en la tienda de la calle Rosalía de Castro, número 20, con sus dos «muy buenas empleadas», como quiere precisar Ramonita, una de las cuales trabaja con ella desde hace 36 años.

Con 9 años, el padre de Ramonita ya la llevó con él a Barcelona a visitar las fábricas de tejidos, que era a lo que se dedicaba inicialmente el negocio. «Cuando empezó con la confección, yo ya le ayudaba a mi padre a elegir los modelos aunque él tenía mucho gusto», cuenta esta comerciante.

Y es que el comercio y los tejidos le vienen de familia y por parte doble ya que sus dos abuelas, Rosa Regateiro y Rosalía Cabeda, tuvieron tienda en Padrón. A los 18 años, Ramonita empezó a ayudar a sus padres en el comercio y con 26, ya casada, cogió el peso de la tienda después de que su padre sufriera un accidente de tráfico.

Con la jubilación, ella, que es hija única, se hizo cargo del negocio. Y hasta hoy. «Por ahora no he pensado en jubilarme; estoy a gusto así, a mí me gusta el comercio, disfruto atendiendo a los clientes que tengo, muchos de los cuales conocieron a mis padres», asegura la comerciante. «De momento sigo trabajando», añade.

Aunque le dio mucha pena cerrar el comercio de la Rúa Longa, Ramonita ya está adaptada a la nueva tienda. De la clientela habla maravillas. Dice que «es muy buena» y que viene «de todas las partes». En cuanto al pequeño comercio de Padrón, considera que «le toca sufrir como en todas partes porque hay épocas mejores y peores. Parece que ahora empieza a ser mejor, que empezamos a remontar».

Recuerdos

Lleva unas semanas en la tienda nueva pero los recuerdos de la vieja están ahí, como las inundaciones que sufrió. «En una misma semana levantamos la mercancía ocho o nueve veces». Hubo una riada muy grande, la de 1987, «en la que lo perdimos todo y mi padre quería que dejase el comercio, pero yo quise seguir. Lo tuve cerrado un tiempo y fui comprando la mercancía poco a poco, hasta que lo llené otra vez. No tuve ninguna ayuda, pero yo tenía claro que quería seguir», cuenta.

Tantos años con un negocio bien se merecen un premio. O tres, como en su caso. El último, en 2014, de la Federación de Comercio de A Coruña, en reconocimiento a su «dilatada trayectoria profesional». La misma entidad ya le había dado otro en el año 2009 y la Federación de Empresarios del Barbanza le otorgó su máxima distinción, el Dolmen de Ouro, en el 2003. Premios a un trabajo que, en su caso, no tiene relevo ya que sus hijas eligieron otros caminos profesionales.

La Voz de Galicia


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