«He tenido que detener a gente que conocÃa; alguno me dejó de saludar».
El vilagarciano se jubila tras 45 años de servicio, los últimos cinco como jefe de la comisarÃa compostelana.
Discreto y sencillo, a Simón Sabariz Rolán (VilagarcÃa, 1951) siempre le ha gustado pasar desapercibido. Tanto, que esta es la primera vez que concede una entrevista en toda su extensa y laureada carrera. Y la última, porque se jubila después de 45 años y medio de servicio. Los que no le conocen solo saben de él que una vez se quedó en calzoncillos y saltó al mar para detener a un caco que huÃa a nado en Cambados. Pero en su amplio historial hay más. Muchos desvelos y operaciones importantes, muchas de ellas contra el contrabando de tabaco y el narcotráfico en la rÃa Arousa que le vio nacer. Ahora son anécdotas que solo comparte con los suyos y con una taza de vino de por medio, como cuando en los años 80 detuvo a uno de los grandes contrabandistas gallegos por primera vez y fue a registrar su casa. Además de otras pruebas, en un zócalo encontraron unos cartones de rubio de batea y el contrabandista -y después narco- se fue hacia su esposa y le recriminó: «¿Pero cómo tienes esto aquÃ, no ves que es de contrabando?». Y como esta, cientos.
-Se jubila después de más de 45 años…
-Primero paso a segunda actividad tres meses antes de jubilarme, que lo haré al cumplir 65 años el 27 de octubre. Por motivos familiares me voy un poquito antes.
-¿Por qué se hizo policÃa?
-Creo que fue un poco vocacional. No es que tuviera mucha vocación al principio, pero después me enganché en este tema y se puede decir que fue vocacional, sÃ.
-Antes que en Santiago fue comisario y policÃa en otras ciudades, como en su VilagarcÃa natal.
-En VilagarcÃa siempre fui inspector jefe, porque ya llegué con esa categorÃa, a la que ascendà en 1978.
-¿Y antes dónde habÃa estado?
-He pasado por Ã?ibar, Ferrol, MarÃn, Pontevedra, VilagarcÃa, Gijón, Ferrol y Santiago. Ese es el recorrido que hice. En VilagarcÃa entré como inspector jefe, pero no quiere decir que fuera el jefe de la comisarÃa. Lo fui en el año 2000 y después ascendà y fui comisario en Gijón y en Ferrol, antes de llegar a Santiago que es mi último destino.
-Dicen que ustedes denunciaron lo que estaba ocurriendo en Arousa con la droga mucho antes de que el juez Garzón activara la que después se llamó operación Nécora. ¿No les hacÃan caso?
-Eso es un poco leyenda. Lo que sà es cierto es que nosotros empezamos allà por el tema del tabaco de contrabando. Nos dimos cuenta de que habÃamos atajado aquello pero que quedó en un impás judicial porque la legislación europea no estaba muy de acuerdo con la española. HabÃa creo que cien procesados por el tema del tabaco… Y después muchas familias que se dedicaban al contrabando se reconvirtieron y empezaron con el hachÃs y después pasaron a la coca. Algunas algo anduvieron con la heroÃna, pero pocas. Pero eso de que no nos hacÃan caso no es asÃ. Nosotros empezamos allà con una investigación importante, lo que pasa es que en aquella época lo que tenÃamos entre manos sonaba asà un poco de pelÃcula…
-Igual pensaban que exageraban.
-Pues sÃ, posiblemente. Después se vio que no y ya llegó la Brigada Central de Estupefacientes, que trajo mucha gente.
-Imagino que a algún vecino o conocido le habrá tocado detener por su relación con el narcotráfico.
-Pues he tenido que detener a mucha gente que conocÃa. No eran amigos mÃos, pero sà era gente que conocÃa.
-¿Y eso cómo se lleva?
-Cuando fui a VilagarcÃa todo el mundo me decÃa que tuviera cuidado porque yo era de allà y habÃa nacido allà y eso me iba a crear problemas, pero la verdad es que jamás tuve ningún problema. El que es amigo mÃo, es amigo mÃo, y el que es conocido, llegado el caso de tener que actuar y si hay realmente pruebas no ya en el narcotráfico sino en cualquier delito, pues esto es un trabajo y te pagan por ello. Nunca me ha remordido la conciencia. Hay alguno que me dejó de saludar, pero tampoco me ha influido. Duermo todas las noches.
-Cuando llegó a Santiago le contaron el mantra de que esta es una ciudad tranquila, pero en su etapa no lo ha sido tanto.
-Todo el mundo define Santiago como una ciudad segura, y lo es, por eso cuando se producen cosas como las de estos años llaman más la atención.
-En cinco años ha pasado casi de todo…
-Bueno. Hubo el descarrilamiento del tren, el robo del Códice, que cuando lo sustrajeron yo no estaba aquÃ, y el tema puntual de Asunta, que lo llevó la Guardia Civil.
-Y un bebé asesinado en un congreso de una secta gnóstica…
-Bueno, pero podrÃa haber ocurrido en cualquier otra parte. Pero en el mundo en el que vivimos estas cosas pueden ocurrir en cualquier momento. Recuerdo cuando en VilagarcÃa mataron al niño aquel de Rubiáns. Oye, VilagarcÃa es una ciudad tranquila, más allá de los problemas del narcotráfico, y aquello fue un mazazo total. Ocurrió allà como podÃa haber pasado en cualquier sitio. Quizás en Santiago ya hemos agotado el cupo de mala suerte, ¿no?
-¿Cómo está llevando estos dÃas de despedida sostenida?
-Es difÃcil decir esto, pero después de tantos años creo estar preparado para esto, creo que yo estoy preparado para descansar. Soy amante de las cosas pequeñas, asà que tampoco voy a hacer nada fuera de lo común. Pasear, leer, tomar un vino con los amigos, sentarme en una terracita a las once de la mañana para ver lo que escribÃs vosotros, los periodistas. Allà en la Marina, con el fresquito de la primavera y el verano y el sol que entra por la calle que hay entre la Comandancia y el ISM [en la Alameda de VilagarcÃa].
-¿Y sorprendido por toda la gente que se apuntó a su comida?
-Esas cosas no dicen nada. Un acto sencillo para compartir mesa y mantel y echar unas risas.
«He tenido que detener a mucha gente que conocÃa. Hay alguno que me dejó de saludar»
«Es difÃcil decir esto, pero después de tantos años creo estar preparado para descansar»
«En Arousa a veces nos asustábamos de lo que tenÃamos entre manos por el narcotráfico»
Cuatro décadas de servicio dan para mucho. Para ver casi de todo. Desde delincuentes que se reinsertan en la sociedad, «no muchos pero conozco alguno que se ha rehabilitado», apunta Sabariz Rolán, hasta otros que detienen una y otra vez y que quedan en libertad tras pasar por los juzgados. «Puede generar alguna frustración, pero al final esto es como un juego. Hay un reglamento, nosotros nos atenemos a él, ejecutamos nuestro trabajo, ponemos a los delincuentes a disposición judicial y a partir de ahà hay un proceso en el que no nos vamos a meter. Y por mucho que nos preocupemos las cosas son como son», asegura. De Santiago se marcha con la sensación de que deja los deberes hechos y de que las necesidades de plantilla se resolverán pronto.
-¿Cuál dirÃa que ha sido su mejor recuerdo en estas cuatro décadas de servicio?
-Son muchos. Pero sobre todo aquellas veces en las que hemos culminado con éxito operativos muy importantes, sobre todo contra el narcotráfico. Hemos hecho grandes investigaciones. Cuando llegué a Arousa a veces nos asustábamos de lo que tenÃamos entre manos por el narcotráfico. Era una comisarÃa muy pequeña y hasta dudábamos de si serÃamos capaces de sacarlas adelante. Lo hicimos, y eso me produjo una gran satisfacción.
-¿Y el peor?
-Cuando no salen las cosas como tú quieres… Pero yo la verdad es que he tenido suerte y lo he pasado mal pocas veces.
-¿Aprovechará para nadar más ahora que se retira?
-Sigo nadando, sÃ. Nadando se mueven todos los músculos del cuerpo excepto el lóbulo de la oreja. También te comes mucho el coco. Haces cuarenta largos y te pasa trescientas veces la vida por la cabeza. Por eso los nadadores se queman tanto, porque es un deporte en el que siempre estás solo, sin hablar con nadie. Por otra parte, también es muy bonito y relaja un montón.
-¿Y el básquet, le dedicará ahora más tiempo?
-El básquet es mi otro hobby. Estuve 25 años de directivo del BBC y he pasado momentos muy buenos, pero también malos porque requiere recursos económicos y a veces no los hay. A veces no encuentras patrocinador y es mucha presión. MovÃamos doscientos chavalitos, ¿eh? Los he llevado de aquà para allá, a todas partes, muchas veces hasta en mi coche. Entré porque mi hijo querÃa jugar al baloncesto y me pidieron que echara una mano y ahà me quedé enganchado.
La Voz de Galicia
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