El Museo do Ferrocarril reabre sus puertas y reactiva la demanda de un servicio de cercanías.

El Museo do Ferrocarril reabre sus puertas y reactiva la demanda de un servicio de cercanías
La alcaldesa de Santiago, Goretti Sanmartín, y el regidor de Vilagarcía, Alberto Varela, descubrieron la placa del Mufevi.

Vilagarcía ya tiene abiertas las puertas de su Museo do Ferrocarril, la huella histórica que demuestra la vinculación de la capital arousana con el “monstro de ferro”, que trajo el progreso a la ciudad hace ya 150 años. El entorno del Mufevi se vistió de gala con la presencia de personalidades políticas y otras vinculadas al mundo del tren. Carlos Abellán, que dirigió el Museo del Ferrocarril de Madrid, ejerció de maestro de ceremonias en el acto de inauguración. En él se quiso emular el primer viaje del tren en Galicia, que unió las localidades de Cornes y Carril en el año 1873. Es por ello que la alcaldesa de Santiago, Goretti Sanmartín, y la teniente alcalde de Padrón, Chus Campos viajaron en tren desde sus respectivas localidades para no perderse el acontecimiento. En el andén les esperaba el alcalde vilagarciano, Alberto Varela. 

Ya en el Mufevi Abellán hizo un pequeño repaso por los detalles históricos que motivaron en su día la puesta en marcha de esta línea férrea, con un relato plagado de nombres de intelectuales como Trulock o Domingo Fontán. En su intervención aprovechó para reclamar una parada “aínda que sexa facultativa e durante a tempada estival” para Carril, al entender que “é un auténtico luxo que o tren pare xusto ao lado da praia”. Abellán también reclamó una conexión directa con Portugal e incidió en la importancia de contar con una línea férrea de cercanías, demanda esta que también sonó en boca de Goretti Sanmartín y del propio Alberto Varela.

El regidor vilagarciano explicó que la capital arousana no sería tal y como la conocemos sin esa primera línea de ferrocarril. “O tren fixo posible que Vilagarcía contase cun porto do Estado co coñecido ‘muelle del hierro’ como símbolo. Tamén permitiu a unión nunha soa cidade de Carril, Vilagarcía e Vilaxoán”, manifestó. También hizo alusión a que fue precisamente ese progreso el que puso en pie el Balneario de A Compostela, en su día “paradigma do turismo en Galicia”. Varela aplaudió esa colaboración con Santiago, haciendo alusión a que Vilagarcía “é o inicio do Camiño e Compostela é o final”.

La regidora santiaguesa hizo referencia a que la línea Cornes-Vilagarcía supuso un antes y un después en el desarrollo de Galicia. “Trouxo progreso e benestar”, declaró. Recordó que en aquel primer viaje el tren salió de Cornes (en Conxo) a la una menos cuarto y que a su llegada a Vilagarcía un globo aerostático celebraba tan histórico momento adornado con motivos ferroviarios. En esta reinaguración –con el Mufevi recuperando el color blanco original– no hubo globo aerostático, pero sí personajes vestidos a modo de ferroviarios y una visita guiada al interior del espacio, que busca ser un elemento dinamizador para el turismo.

En el interior del Mufevi puede conocerse la historia del ferrocarril y su incidencia en Vilagarcía, así como descubrir lo que él supuso para el desarrollo turístico de todo su entorno. También hay decenas de maquetas de locomotoras y vagones, así como una mucho más grande y en movimiento. La reinauguración del Museo do Ferrocarril de Vilagarcía se enmarca dentro de los actos del 150 aniversario de esta primera línea de tren. Estos continúan el próximo viernes a las siete de la tarde con la inauguración de una exposición y una charla en el Gato Negro de Carril. 

Diario de Arousa

Los churros, el sabroso legado del Capitán Pirata.

Ángel Doce fue marino; luego, de vuelta en tierra, puso en marcha un negocio de elaboración y venta de esos dulces bocados que ahora siguen preparando sus nietos en negocios como la Churrería Sandra

Recostada junto al Ulla, Pontecesures es tierra de lamprea… Y de churros. El dulce se ha convertido en insignia de esta localidad gracias a Ángel Doce, un marino que, en los años treinta del siglo pasado, decidió un día quedarse en tierra y ganarse la vida haciendo y vendiendo churros. De su tiempo en el mar le quedó un apodo, Capitán Pirata, un nombre por el que lo siguen recordando aún algunos de sus viejos clientes. Nos lo cuenta Lauro Jamardo, uno de ellos, que regenta junto a su mujer, Sandra, una churrería que lleva el nombre de ella. «Moitas veces, sobre todo cando vamos a zonas do interior, aínda hai vellos que recordan ao meu avó». Lo reconocen en las fotos en blanco y negro que decoran la moderna churrería móvil de Lauro, que se ha convertido en una suerte de homenaje sobre ruedas a la tradición de su familia.

Y es que Ángel Doce, el hombre que se subía a la bicicleta para repartir sus churros, o que se colgaba una bandeja al cuello para poder llegar hasta el último cliente, fue el primero de una auténtica saga de churreros y churreras que hacen honor al buen nombre heredado, tanto en Pontecesures como en cualquier lugar del territorio gallego. «Ademáis, houbo moita xente que traballou coa familia, aprendeu, e logo acabou montándose pola súa conta», cuenta Lauro.

Él tuvo una vida paralela a la de su abuelo: pasó algunos años embarcado, pero cuando nació su primer hijo decidió que eso de cruzar los océanos se había acabado. Su camino en tierra lo tenía claro: había crecido rodeado por el mundo de los churros y las ferias, conocía todos los secretos del oficio y lo más importante, le gustaba. Así que, junto a su mujer, puso en marcha la Churrería Sandra, que desde hace unos treinta años recorre ferias, está presente en eventos de todo tipo y no duda en poner sabor a todas esas celebraciones familiares que aspiran a crear recuerdos. Y es que algo tiene el sabor del churro que logra devolver a quien lo toma a su infancia. «Dínolo moita xente cando proba os churros con chocolate; porque o chocolate tamén o facemos coma se facía antes, ao baño María. Para nós, que nos digan iso é un orgullo moi grande», dice Lauro.

Hay quien afirma que la dificultad de un plato es directamente proporcional a la simpleza de la receta. Y debe de ser cierto. Porque aunque en la Churrería Sandra consideren que elaborar este producto «é a cousa máis sinxela que hai», lo cierto es que es preciso que tener mucha mano para conseguir un buen producto final: crujiente y esponjoso y dulce, con ese toque de azúcar que lo envuelve. La lista de ingredientes para conseguir esa maravilla es corta: agua hirviendo, harina y sal. «Que pasa? Que para que saia ben hai que usar un bo produto», explica Lauro. Considera fundamental utilizar un agua de gran calidad, porque «o churro, coma o pan, collen moito o sabor da auga». Además de escoger bien el líquido, es necesario acertar con el tiempo de amasado. «É moi importante. Non podes nin pasarte, nin quedar corto», explica Lauro. Con la masa lista, llega otro momento crucial: la fritura. Debe realizarse esta con aceite de girasol, «o de oliva non vale para o tipo de churros que se fan aquí». En la Churrería Sandra utilizan «un bo aceite de xirasol alto oleico», que debe estar a la temperatura justa antes de comenzar a freír. «Sandra e máis eu levamos tanto tempo nesto que xa non precisamos nin medila», señala.

En esta churrería, cada cucurucho de dulces se sirve con una sonrisa. Tienen una gran variedad de productos a disposición de sus clientes: churros de chocolate, rellenos de crema pastelera, crocantis, churros de chocolate blanco… En ocasiones sacan partido a la ductilidad de la masa y en San Valentín, por ejemplo, hacen dulces con forma de corazón. Hablando de parejas perfectas: no hay nada que acompañe a los churros mejor que el chocolate a la taza, y en la churrería Sandra lo saben. Por eso elaboran esa bebida caliente y suculenta con esmero, a la vieja usanza, huyendo de fórmulas que acortan tiempos y roban magia. «Hai chocolatadas que nos leva tres horas preparar», dicen desde detrás del mostrador, donde consideran que ese es un tiempo bien invertido. Bombones, rosquillas y otros dulces tradicionales completan la oferta de este negocio. Pero no se dejen engañar, porque además de guardianes de los sabores de nuestra infancia, Lauro y Sandra son también dos personas sin miedo a innovar, a experimentar, a abrir nuevos caminos. Lo hicieron hace unos años, cuando intentaron introducir la porra en su lista de productos a la venta. No funcionó: ese producto, hermano mayor de los churros, no tiene demasiado predicamento en Galicia. Lo que sí ha tenido éxito entre el público han sido los «bocachurros», unos bocaditos rellenos que elaboran por encargo.

Con esa cartera de productos, no es de extrañar que a la Churrería Sandra la llamen hasta de Valencia, para dar sabor a las Fallas. «Non podemos ir, co difícil que está atopar xente para traballar… Non podemos atender a todo», dice Lauro.

La delicadeza de los bocachurros

El bocachurro fue un invento de Sandra. Se trata de «un bocado de churro salado hecho con masa de churro y relleno de crema de diferentes sabores, de mermelada de pimientos de Padrón, de pimientos del piquillo…». También los hay con rellenos dulces, desde la típica crema pastelera, al dulce de leche, al chocolate… Se elaboran por encargo para fiestas y celebraciones.

La Voz de Galicia

O PP de Pontecesures celebra que a Xunta financie os dous proxectos nos que traballou o goberno anterior liderado por Vidal Seage.

A Xunta de Galicia volve a amosar o seu total compromiso cos proxectos que o anterior goberno municipal deixou en marcha en Pontecesures. Así o reflicten os Orzamentos 2024 onde Pontecesures volve a obter a financiación necesaria para os dous proxectos de maior envergadura nos que traballou o anterior equipo municipal. Con máis de 1,5 millóns de euros para o desenvolvemento do parque empresarial de Pontecesures e máis de 700.000 € para o convenio de ampliación do Club Náutico quedan refrendadas as políticas de investimentos que o anterior goberno levou a cabo en Pontecesures na anterior lexislatura.

POPULARES DE PONTECESURES

Manuel García Cambón, el gallego que revolucionó la industria maderera con su sueño: Finsa.

En 2019, un equipo de arqueólogos realizaba un extraordinario descubrimiento en un yacimiento en Zambia: la estructura de madera más antigua jamás encontrada. Datar estas piezas de madera no fue sencillo, teniendo que emplear una técnica para medir la radiactividad natural de los minerales que la cubrían, para determinar cuándo había estado expuesta a la luz solar por última vez. Así fue como dataron la estructura en 476.000 años. Si tenemos en cuenta que los primeros fósiles de Homo Sapiens datan de hace 300.000 años, este descubrimiento sugiere que una especie más antigua comenzó a utilizar herramientas mucho antes de lo que se creía, usándolas para dar forma y unir dos grandes troncos formando una estructura que, probablemente, componía los cimientos de una vivienda. Desde tiempos muy remotos, la madera es y ha sido vital para nuestra civilización, ya que nos ha permitido resolver múltiples necesidades, desde darnos abrigo, a permitirnos construir vehículos u obtener energía. Por este motivo la industria maderera es clave para cualquier país y por eso, hace más de un siglo, un hombre decidió crear una industria que no existía en Galicia y que revolucionaría el sector. Aquel hombre era Manuel García Cambón y su sueño se llamaba Financiera Maderera SA, FINSA.

Momento del descubrimiento de las maderas en Zambia.

Manuel nacía en Santa Baia de Logrosa, una parroquia del municipio coruñés de Negreira, y era el segundo de siete hermanos. Debido a las dificultades propias de la época, Manuel permaneció poco tiempo formándose en la escuela y con 14 años comienza a trabajar, sin sueldo, como aprendiz de carpintero con un vecino.

Un año después conseguía su primer empleo junto a un trabajador de origen portugués, con el que se dedicó a recorrer los montes cercanos serrando madera, hasta que cumplió 21 años, momento en que se casa con Sara Baliña Pérez, hija del propietario de un pequeño aserradero que se dedicaba a trabajar la madera que le llevaban los vecinos.

Manuel, con el permiso de su suegro, comenzó a introducir mejoras en el negocio y a adquirir nueva maquinaria para poder introducirse en el mercado y dejar de trabajar de manera intermitente dependiendo de encargos esporádicos.

Como el sector le gustaba y además se le daba bien decidió, en 1931, crear una nueva sociedad junto a un médico de Negreira: Rubira y García Cambón, SL, un aserradero en Portanxil, Ames, donde comenzaron a producir tablas y tablillas, muy demandadas para fabricar cajas. El negocio funcionaba maravillosamente bien, ya que fabricaban productos con mayor valor añadido que sus competidores y habían implementado medidas que permitían el ahorro en costes y el aumento en los márgenes. Además, Manuel tenía una visión única para calcular con gran exactitud los metros cúbicos de madera que tenía que pagar a la hora de comprar el material.

Estado actual en ruinas del aserradero de Portanxil.

Su crecimiento era tan grande que fue necesaria la construcción de un segundo aserradero en la zona de Negreira y siguieron ampliándolos hasta cinco.

Con la Guerra Civil, la empresa no se vio afectada, ya que sus aserraderos fueron militarizados por el ejército golpista para abastecer al bando sublevado. A su fin, debido a que la demanda de madera no paraba de crecer en un país que necesitaba ser reconstruido, el negocio tampoco se resintió, llegando a constituirse una empresa naviera con dos pequeños mercantes, que comunicaban el puerto de Vilagarcía de Arousa con el resto de España

Mientras los negocios marchaban bien, una cantidad considerable de los beneficios que estaban obteniendo se dedicaron a la compra de unos terrenos en Pontecesures, un lugar que tenía buenas comunicaciones y que estaba rodeado de bosques de pinos de extraordinaria calidad.

En 1944, Rubira abandona la empresa y Manuel se hace con sus acciones. La compañía ya contaba en aquel momento con dos almacenes y tres fábricas, pero si quería crecer más, tendría que crear una nueva sociedad con mayor capital, que fundaría el 12 de junio de 1946, y a la que llamó Financiera Maderera SA, más conocida por sus siglas: FINSA.

Publicidad de FINSA.

Esta denominación tenía todo el sentido, ya que era una sociedad especializada en adelantar dinero a los propietarios de montes que querían plantar sus árboles para madera. Debido a que estos tardan entre 15 y 20 años en poder ser cortados, los dueños de los bosques se pasaban media vida esperando y sin ver ni un euro. Lo que hacía FINSA era, mediante planes de financiación anuales, adelantarles el dinero cuando plantaban los árboles, con la única condición de que FINSA se quedaría con la madera cuando ya se pudieran cortar.

Durante la década de 1950, Manuel decide tomar medidas para mejorar y modernizar la producción, cerrando las fábricas más antiguas y concentrando la actividad en las más vanguardistas y pensó que era el momento de construir una nueva fábrica en los terrenos de Pontecesures. Además, inició un proceso de apertura al exterior, ampliando su mercado a países como Israel, Marruecos o Irak, puesto que el europeo, que a priori podría parecer más “sencillo”, estaba completamente saturado y con una gran competencia.

La fábrica de Pontecesures en 1955.

En la década de 1960, llegó la crisis, pero Manuel no se quedó con los brazos cruzados. Creía que, para sobrevivir, había que dar una vuelta de tuerca a sus productos para que fueran de mayor calidad y con mayor valor añadido, así que viajó por Europa para buscar nuevas técnicas e ideas. En varias industrias madereras descubrió que se empleaban los subproductos de la propia actividad transformadora, considerados residuos por muchos, para elaborar tableros de aglomerado, así que volvió a Galicia con la idea de implementarla en FINSA.

Por ese motivo realizó una ampliación de capital, la sede social se trasladó a Santiago y amplió la fábrica de Pontecesures, con la intención de fabricar en masa esos nuevos tableros que había visto por Europa, unos tableros de 3 capas con una calidad muy superior a todo lo que fabricaba la competencia y que comenzó a comercializarse bajo la marca comercial “Fimapán”.

La fábrica de Pontecesures en 2009.

Su nuevo producto fue un rotundo éxito, ya que era ampliamente demandado en una España que estaba en pleno desarrollo en el sector de la construcción que, con su gran crecimiento necesitaba tableros como el suyo, convirtiendo a la empresa en el buque insignia de la fabricación de tablero de aglomerado.

Tablero ”Fimapán”.

El negocio creía a tal ritmo que, en 1969, se ponía en marcha la factoría de Formarís, en los alrededores de Santiago de Compostela, una ubicación con magníficas comunicaciones para abastecerse de materia prima y donde se podrían realizar futuras ampliaciones. Manuel incorporó a sus dos hijos en la fábrica e instaló, entre otras muchas innovaciones, un aserradero automático, una nueva línea de fabricación de tableros y una instalación para plastificarlos, lo que hacían de esta, la fábrica la más vanguardista de España y una de las más innovadoras de toda Europa.

Instalaciones de FINSA.

La importancia e influencia de estas nuevas instalaciones era tan grande que se decidió trasladar la sede social desde Santiago a Formarís de manera permanente, donde en la actualidad todavía permanece. Pero a pesar de las mareante cifras que movía la compañía y de que muy pocas empresas gallegas, salvo algunas vinculadas al Banco Pastor, tenían tal dimensión en la década de 1970, siempre mantuvo siempre su carácter familiar.

Camión de FINSA, los más famosos de las carreteras gallegas.

A partir de esa época y, a pesar de multitud de crisis, FINSA nunca ha dejado de crecer e innovar. En la actualidad es el quinto grupo empresarial con mayor facturación y empleados de Galicia, además de ser uno de los principales actores de la madera tanto en la comunidad como en España y Europa.

Fábrica de Santiago de Compostela.

Manuel García Cambón fallecía en 1990, con 82 años. En el momento de su muerte, el sector forestal gallego producía tanta madera como Dinamarca, Grecia e Irlanda juntas y la misma que toda Italia o Gran Bretaña. Hoy, la tercera generación de la familia está al frente de este gigante que reina en España y que lidera su sector en Europa y el resto del mundo, un imperio de la madera que soñó, hace un siglo, su abuelo: FINSA.

Edificio de oficinas en la fábrica de Santiago de Compostela.

Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.

El crimen del ama de llaves del cura de Cruces (Padrón) camina hacia la impunidad: el ADN hallado en la rectoral no es válido.

La Guardia Civil, durante las investigaciones por el crimen de la casa rectoral de Cruces, en Padrón

La Guardia Civil, durante las investigaciones por el crimen de la casa rectoral de Cruces, en Padrón.

En la casa, situada muy cerca del santuario de A Escravitude, solo apareció un pequeño resto genético de un asaltante en unas sábanas

Domingo. 14 de septiembre del 2014. 21 horas. El ring del timbre asalta el sosiego en la casa rectoral de Cruces, una pequeña parroquia a cinco kilómetros de Padrón y a 350 metros del famoso santuario de A Escravitude. El párroco, Ramón Barral Camba, de 77 años, y su ama de llaves, María Soto Montero, de 78, ven el informativo en la televisión sin saber que muy pronto serán ellos los protagonistas de las noticias. La mujer, que llevaba 26 años trabajando en la casa del cura, se levantó del asiento, fue a la puerta y preguntó que quién era. Al otro lado, una voz le dijo que había habido una defunción en la parroquia. Les abrió, y allí empezó la pesadilla. Golpes, empujones, amenazas y, en un nada, estaban ambos atados y amordazados. Eran tres, dos iban a cara descubierta y el otro encapuchado y armado con una pistola. El asalto tenía como fin el robo, pero acabó en tragedia.

María Soto logró soltarse y pidió auxilio. Era la tercera vez en poco tiempo que se había visto en una situación así y en una ocasión fueron sus gritos los que ahuyentaron a los intrusos. Probó suerte, pero los tres asaltantes reaccionaron con brutalidad, apretándoles las ataduras e introduciendo trapos en las bocas de las víctimas. Con tal fuerza, que se ahogaban. El ama de llaves no lo soportó y murió asfixiada, como confirmó después la autopsia.

María Soto Montero, ama de llaves del cura de Cruces, días antes de su asesinato durante la fiesta de la virgen de A Escravitude

María Soto Montero, ama de llaves del cura de Cruces, días antes de su asesinato durante la fiesta de la virgen de A Escravitude.

El atraco salió mal. El cura no tenía más que 300 o 400 euros encima que fue lo que se llevaron. No sin antes golpearle de tal modo que le rompieron varias costillas, le dejaron un ojo morado y le causaron contusiones por todo el cuerpo. Tras aquella experiencia, el párroco ya no quiso volver a vivir en la rectoral. Cogió miedo y prefirió irse a vivir con su hermana a Santiago. Ya casi no volvió a ejercer y el 29 de marzo del 2020 murió a los 83 años de edad víctima del coronavirus. Se fue sin ver a los asesinos de su ama de llaves detenidos y juzgados. Ahora que se acaban de cumplir nueve años de aquella tristísima noche, todo hace indicar que el crimen quedará impune.

La Guardia Civil inició pronto la investigación. La misma noche de aquel domingo se puso un marcha un operativo para buscar el coche del párroco, un Peugeot 207 blanco con matrícula 6060 GWH, que los atracadores usaron en su huida y que dos días después apareció aparcado en Pontecesures. Don Ramón, como le llamaban sus feligreses, no reconoció a los dos asaltantes que iban a cara descubierta. Solo dijo que lo poco que hablaban, para exigir que les entregara el dinero, lo hablaban en español. Él mismo pensó, como también los investigadores, que el tercero en discordia, el encapuchado, debía de ser de la zona, de ahí que se cubriera el rostro. Seguramente él sabía que pocos días antes, el 8 de septiembre, se había celebrado la fiesta de la virgen de A Escravitude y creyó que la casa rectoral estaría llena del dinero de las ofrendas y colectas. Se equivocó.

El párroco de Cruces, Ramón Barral Camba, con el ojo morado y numerosas contusiones fruto de la paliza que le propinaron los asaltantes que mataron a su asistenta

El párroco de Cruces, Ramón Barral Camba, con el ojo morado y numerosas contusiones fruto de la paliza que le propinaron los asaltantes que mataron a su asistenta.

Cuando los atracadores se marcharon, el cura de Cruces pudo recomponerse, caminar dolorido hasta el teléfono y llamar a su hermana. Fue ella la que avisó a la Guardia Civil. Los especialistas de criminalística peinaron a fondo tanto la casa como el coche. Buscaban ADN de los asaltantes y ahora asesinos de María Soto, pero solo encontraron una muy pequeña muestra en una de las sábanas que utilizaron para atar a sus víctimas. Podía ser válido para comparar con un sospechoso, pero no para utilizarlo en la base de datos del Ministerio del Interior. Una pena, porque esto hace casi imposible resolver un crimen en el que, además, ni el cura ni su asistenta viven ya, lo que dificultaría muchísimo la identificación en el caso de que en los próximos años apareciesen sospechosos. En 2034, el delito habrá prescrito.

La investigación siguió y parecía estar dando pasos firmes hacia la resolución del caso. No había pasado ni un mes cuando se detuvo a dos sospechosos, un vecino de Boiro y otro de Noia, pero el párroco no los identificó en la rueda de reconocimiento y pronto se vio que no eran ellos los asaltantes de la casa rectoral de Cruces. Se les puso en libertad y en diciembre del 2015, el Juzgado número 2 de Padrón decretó el sobreseimiento provisional y archivo de las actuaciones. Desde entonces, el silencio. El mismo que envuelve a un suceso similar que ocurrió treinta años antes en Iria. En aquella ocasión, las víctimas fueron el cura y su hermana, que también falleció asfixiada porque le taparon la cara. El párroco fue golpeado con saña y falleció días después. Casos paralelos en su ejecución y en que quedarán sin resolver.

Los especialistas en criminalística de la Guardia Civil peinaron la casa rectoral en busca de ADN de los asaltantes, pero solo hallaron una pequeña muestra en unas sábanas

Los especialistas en criminalística de la Guardia Civil peinaron la casa rectoral en busca de ADN de los asaltantes, pero solo hallaron una pequeña muestra en unas sábanas MERCE ARES

En aquellos meses hubo asaltos idénticos en Pontedeume y Esgos

El que el crimen de la rectoral de Cruces probablemente no vaya a resolverse no significa que la Guardia Civil no tenga una idea muy precisa de qué sucedió. En aquel año, entre julio y octubre, se produjeron otros dos asaltos idénticos a los curas de Pontedeume y Vilar de Ordelles, parroquia del concello ourensano de Esgos.

El de Ordelles fue el primero en producirse, el 6 de julio. Cuatro encapuchados entraron en la habitación del párroco y, tras darle una paliza, le robaron unos 500 euros. El siguiente fue el de la parroquia padronesa y menos de un mes después, el 5 de octubre, tres atracadores entraron en la rectoral eumesa, maniataron al cura y se llevaron varios objetos de valor y unos 2.000 euros en efectivo.

No está demostrado que los tres sucesos estén conectados, pero la Guardia Civil sabe que hay grupos organizados especializados en este tipo de atracos. En los golpes suelen intervenir sujetos ajenos a los municipios, llegados incluso de fuera de Galicia, que cuentan con el apoyo de colaboradores locales. En el caso de Pontedeume, los tres fueron identificados y detenidos. Quizás los de Cruces estén ahora pagando en la cárcel por otros delitos.

La Voz de Galicia

Formoso reafirma en Padrón el compromiso de la Diputación con la Fundación Rosalía.

Destaca los “casi nueve millones” que el ente provincial lleva invertidos en la localidad y que se plasman en más de 55 obras.

Visitó con el alcalde la cooperativa juvenil Moira.

Angueira, izquierda, Anxo Rei y González Formoso, tras visitar la Casa Museo de Rosalía / cedida

Angueira, izquierda, Anxo Rei y González Formoso, tras visitar la Casa Museo de Rosalía.

La Diputación de A Coruña mantiene un “firme compromiso” y una “estrecha relación” con la Fundación Rosalía de Castro, una institución que, en palabras del presidente del organismo provincial, Valentín González Formoso, “representa a la perfección, a través de la figura de Rosalía, los valores de la cultura y el feminismo gallegos”.

La sede de la fundación que dirige Anxo Angueira fue uno de los puntos a los que se acercó González Formoso durante la visita institucional que realizó al Concello de Padrón, donde se reunió con el alcalde, el socialista Anxo Rei Arca. En la visita participó también el diputado provincial Antonio Leira.

El presidente de la Diputación coruñesa y el regidor socialista hablaron de distintos proyectos que están en marcha en estos momentos y que cuentan con el apoyo del organismo provincial. González Formoso destacó los “casi nueve millones de euros que la Diputación lleva invertidos en Padrón” a través de diferentes actuaciones, entre las que se encuentra el Plan Único. Una aportación que, según dijo, se traduce en “más de 55 obras que mejoran la calidad de vida de los vecinos y vecinas” en lugares como Extramundi, Pazos o Herbón.

El regidor, por su parte, demandó apoyo de la Diputación para proyectos como la creación de nuevas infraestructuras deportivas urbanas, entre ellas un parque de skate y calistenia. Una actuación que, según Formoso, se tendrá en cuenta en próximas inversiones del organismo provincial en el municipio.

Formoso y Rei también visitaron la Casa Museo de Rosalía, sede de la Fundación Rosalía de Castro, acompañados por Anxo Angueira. Allí, el presidente de la Diputación anunció un “nuevo compromiso” con la entidad para colaborar en la “recuperación y puesta en valor del jardín exterior del inmueble, en el que se encuentran especies arbóreas de gran riqueza botánica”. Así, el organismo provincial destinará casi 60.000 euros a la mejora de “un lugar emblemático cuya historia merece ser contada y conocida”.

El presidente de la Fundación Rosalía de Castro mostró su “felicidad” por la puesta en marcha de un acuerdo que, según dijo, permitirá mejorar uno de los espacios con mayor valor de la Casa de Rosalía.

En los últimos años, la Diputación de A Coruña contribuyó con más de 178.000 euros a la mejora de las instalaciones, la musealización y la construcción del auditorio de la Casa de Rosalía en Padrón, además de apoyar la programación del 50 aniversario y de ceder diferentes obras de arte, como el retrato de Rosalía dibujado por Modesto Brocos o distintos cuadros de Ovidio Murguía que hoy forman parte de la colección artística que se exhibe al público.

Jóvenes emprendedoras

Formoso y Rei también visitaron la sede de la cooperativa juvenil Moira, creada por cinco jóvenes padronesas. Se trata de la empresa que ganó este año el premio de proyectos de cooperativas del sector del marketing digital impulsado por la Diputación y la Fundación Paideia y dotado con 60.000 euros. Un galardón que busca impulsar el crecimiento y la actividad de una iniciativa emprendedora durante su primer año de funcionamiento.

Allí se interesaron por la actividad y el funcionamiento de la cooperativa y animaron a las emprendedoras a seguir adelante con un proyecto “ilusionante” que, según Formoso, “muestra la apuesta de la Diputación por el talento de nuestra juventud y por el futuro”.

Según explican las jóvenes promotoras de la cooperativa, Moira nace para dar a conocer y poner en valor distintos proyectos emprendedores surgidos en el rural, muchos de ellos protagonizados por mujeres. Para ello, emplean iniciativas de marketing consciente que buscan promover cambios positivos en la industria. El nombre de la cooperativa procede de una palabra griega que significa destino, pero también parte, como las que componen la empresa.

La Voz de Galicia