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La N-550, un vial con tramos muy distintos y peligro constante en la orilla .
Las comparaciones siempre son odiosas, sobre todo si uno las sufre en sus carnes. Esa idea le venía ayer a uno en la cabeza cuando se proponía recorrer la N-550, la carretera «de toda la vida» de Santiago a Vigo y mientras su vehículo se veía enzarzado en travesías con tráfico lento, limitaciones constantes de velocidad y cruces y más cruces de repente miraba hacia un lado del vial y veía la AP-9, con los vehículos a toda velocidad sin retención alguna. ¡Qué diferencia!
El recorrido empieza en Pontecesures. Y empieza mal. Algo antes de las once de la mañana, uno pierda la paciencia ya en la primera travesía. Hay tráfico por doquier. Así que se tardan varios minutos en enfilar hacia Caldas. Cuando por fin uno se pone en ruta, la cosa mejora. El firme está bastante bien salvo por algún pequeño detalle y, conforme uno se acerca al territorio caldense, el tráfico va a menos. Además, gracias a la variante que Fomento construyó, en Caldas uno hasta saca pecho y piensa que, quizás, se equivoquen los que pagan y van por la AP-9. Porque en el tramo caldense, sobre todo en la circunvalación, el coche va casi como un llanero solitario. Apenas hay tráfico y poco rastro de los camiones que kilómetros atrás desesperaban a uno.
Pero la alegría se acaba pronto en la carretera del pobre. En Briallos, ya en Portas, ayer ya se notaba más tráfico. Encima, en esa zona, uno se daba cuenta de una circunstancia que es eterna compañera en este vial: hay peligro constante en la orilla. Ora aparecen peregrinos, como Michael, un austríaco que ayer indicaba que no le gustaba la cantidad de automóviles que pasaban casi rozándole la piel. Más adelante son los niños que se bajan de un autobús o un hombre cargado con una carretilla de hierba. La cantidad de casas que hay pegadas al vial es enorme y, por tanto, el trasiego de peatones también.
En O Cruceiro de Briallos, de hecho, había un vecino intentando cruzar a pelo, sin paso elevado ni otro elemento de protección. «Aquí cruzamos como podemos, non queda outra», afirmaba. Y es cierto. Porque más adelante uno se seguía encontrando viandantes a la carrera incluso en las zonas con tres carriles.
Entrada a la ciudad
El susto más grande, si uno no conoce la carretera, se lo lleva el conductor llegando a Pontevedra. ¿Por qué el coche de repente hace ruido? La culpa es del firme que hay a la altura de las facultades, al que aplicarle el adjetivo de obsoleto es ser bondadoso con él. Pasando Pontevedra y enfilando hacia Vilanova, llega el sufrimiento por la lentitud del tráfico. Ahí, nuevamente, uno maldice el momento en el que no pagó para ir por la AP-9.
El paso de camiones es constante y sonante. Y, para acabar un poco más con la paciencia del conductor, hay cruces por todas partes. Continuas intersecciones, rotondas y otras hierbas que hacen que, para salvar los 57 kilómetros que van desde Pontecesures a Vilaboa haga falta casi una hora. Al menos eso era lo que sucedía ayer a media mañana.
Carteles que hablan por sí solos. En la N-550 hay varias zonas señalizadas como de concentración de accidentes. Distintos vecinos reclaman que se pongan más. fotos maría hermida
La rotonda donde se resbala por culpa de las naranjas. Un naranjo escupe sus frutos de forma continua en una rotonda. Esto hace que el firme acabe convertido en pista de patinaje.
¿Señales en desuso? A lo largo del vial, como en este tramo de Valga, hay señales luminosas apagadas y, en algún caso, en mal estado. También hay carteles que apenas se leen a lo lejos.
La soledad de la variante. Ayer por la mañana, el único momento de soledad en el viaje por la N-550 desde Cesures a Vilaboa era en la variante de Caldas. Apenas se cruzaban uno o dos coches.
Peregrinos por doquier. Ayer eran numerosos los peregrinos que circulaban a orillas de la N-550. En la foto, Michael, un austríaco de Viena al que no le gustaba el paso constante de coches.
Tramos a 40, 50 y 70 hasta aburrir. Las limitaciones a 40 y 50 son constantes, como en esta zona de Portas. Algunas curiosas: hay tres carriles y límite a 70, por lo que es difícil adelantar.
Y de repente… el traqueteo. El firme de la N-550 está medianamente bien en casi todo el recorrido. Pero al llegar a Pontevedra ciudad la cosa cambia: el traqueteo del coche se hace constante.
Peatones que se juegan el tipo. Cruzar es una odisea en todo el vial. En la foto, al fondo, unos peatones se la juegan en Vilaboa. La imagen se repite constantemente en distintos puntos.
La Voz de Galicia
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El firme de la N-550 está mejor en la parte arousana que en la pontevedresa.
No puede decirse que la N-550 sea un vial con una cantidad importante de baches. Pero algunos, si se buscan, los hay. En un recorrido de Pontecesures hasta Vilaboa los primeros fallos en el asfalto aparecen un poco antes de llegar a la variante de Caldas, en las proximidades de la fábrica de congelados Clavo. Hasta que uno pasa Pontevedra no vuelve a encontrarse con baches. Pero en el tramo pontevedrés de la carretera y en Vilaboa sí hay algunos. En general, está mucho mejor el asfalto en la parte arousana de la carretera que en la pontevedresa. Ayer a media mañana una cuadrilla de operarios de Fomento hacía labores de limpieza en ambos lados del vial. Retiraban, sobre todo, maleza acumulada.
La Voz de Galicia
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Pleno ordinario sin ninguna propuesta de acuerdo hoy en Pontecesures.
Hoy 28 de marzo, a las 20 h. tendrá lugar este pleno. Además de las actas anteriores y de las daciones de cuenta, solo habrá informes de la presidencia y ruegos y preguntas.
Ningún acuerdo a adoptar, apatía en la gestión, lo de siempre.
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Valió la pena conservar la línea convencional del ferrocarril Vilagarcía/Santiago.
Fomento incluso incrementó las frecuencias entre Vilagarcía y Santiago, con una alta demanda en su recorrido
Casi un año después de que llegase la alta velocidad al eje atlántico -fue el pasado mes de abril cuando, además de reducir tiempos los viajeros pudieron atravesar el nuevo puente de Catoira- ya se puede responder a una de las preguntas que se hacían entonces; si compensaría el mantenimiento de las vías regionales que finalmente Fomento permitió que siguiesen operativas. Y lo cierto es que sí, que la Comisión en defensa de las cercanías que peleó por ello durante varios años tenía razón; la demanda de pasajeros en el eje atlántico es tal que valió la pena mantener el servicio en las viejas vías que quedaron al margen de la alta velocidad y en estaciones como la de Catoira, Pontecesures o Padrón, que siguen teniendo un tráfico similar al que registraban ante de la llegada del AVE.
Luis Ángel Sabariz, que fue concejal en Pontecesures y uno de los abanderados de aquella comisión, asegura que en general están satisfechos de cómo quedó el servicio. «Solo hay algunas lagunas por la mañana en dirección Vigo, porque sale uno a las 6.36 horas de Santiago y no vuelve a haber otro hasta las 10.35. En general está mejor en dirección A Coruña que en dirección Vigo, pero se mantuvieron las frecuencias y estamos contentos».
Buena prueba de que el tráfico de pasajeros no bajó es que el alcalde de Catoira, el socialista Alberto García, se dirigió varias veces a Fomento para hacerle llegar un acuerdo plenario en el que se pedía que los nuevos trenes regionales que entraron en servicio entre Vilagarcía y Santiago parasen también en Catoira. Curiosamente lo hacen en Pontecesures, pero no en la localidad anterior, y todo ello pese a que los usuarios de la zona de Barbanza siguen prefiriendo coger el tren en Catoira y no en la nueva estación construida más allá de Padrón, que está resultando ser un fracaso porque está aislada. «Si tienes que coger el coche para hacer ocho kilómetros hasta la estación, para eso ya vas en coche hasta Santiago», razona Sabariz.
Al margen de ajustar las frecuencias, los usuarios piden que se mejoren y modernicen las estaciones pequeñas que quedan fuera de la línea del AVE.
Frente a la línea del eje atlántico, los regionales de la vía férrea que une Santiago con Ourense languidecen. Ni el servicio ni las frecuencias cubrían las necesidades de los pasajeros antes de la llegada de la alta velocidad, pero después, todo fue a peor. Renfe acaba de reducir las paradas en la vieja estación de Lalín, de tres que había, a una sola en ambos sentidos. Los vecinos saben que es la crónica de una muerte anunciada, y aunque Fomento prometió un apeadero en la línea de alta velocidad, en realidad, dan el tren por perdido.
La Voz de Galicia
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«Prefiero el rápido, pero hoy vine en el otro y la diferencia es poca».
A las 15.58 horas, con una puntualidad de AVE, llegó el miércoles a la estación de Santiago un regional procedente de Vilagarcía. En una semana sin colegio ni universidad, la mayoría de los que se apearon acudían a la capital de Galicia para hacer compras o para pasar la jornada. Casi todos se habían subido al tren en Vilagarcía, pero algunos lo hicieron en Pontecesures y en Catoira.
Entre ellos, José Abad, un joven de Vilagarcía que durante años utilizó el tren para ir a la universidad pero que en esta ocasión lo hizo para quedar con unos amigos. «Ahora vengo dos o tres veces al mes; la verdad es que prefiero el rápido, pero tampoco tengo ningún problema en coger el regional, como hice hoy. Quedé con unos amigos y como venía con tiempo, prefiero pasarlo en el tren que no esperando en la estación; son diez o quince minutos más, tampoco es tanta la diferencia». El precio tampoco importa en su caso; es hijo de maquinista y los dos le cuestan lo mismo; para los demás pasajeros, la diferencia va de una tarifa de 4 euros en el regional a otra de 5.05 en el que va por la línea de alta velocidad.
José Abad es partidario de que se mantengan los dos servicios, «pero bien planteado y gestionado, que las frecuencias sea racionales y necesarias, porque si no la demanda va a ser escasa».
La Voz de Galicia