Este 10 de xullo, conmemórase o 109º aniversario do nacemento de Raimundo García Domínguez «Borobó», unha das figuras máis senlleiras do xornalismo galego e fillo predilecto de Pontecesures.
O noso Borobó
Raimundo García Domínguez naceu en Pontecesures o 10 de xullo de 1916, convertíndose co paso dos anos nun dos xornalistas máis respectados e queridos de Galicia. Filho do doutor Víctor García García-Lozano e de Dolores Domínguez Sierra, desde ben pequeno amosou unha curiosidade insaciable polo mundo que o rodeaba, unha característica que o acompañaría toda a vida.
A vila de Pontecesures, que hoxe honra a súa memoria cunha rúa que leva o seu nome, foi o berzo onde se formou o carácter deste home que chegou a ser considerado polo primeiro decano do Colexio de Xornalistas de Galicia, Xosé María García Palmero, como «un dos grandes do xornalismo galego e non galego do século XX».
Pontecesures constitúese como un dos concellos máis singulares da provincia de Pontevedra, cunha historia que abrangue máis de dous milenios e que chegou ao seu século de vida como municipio independiente. O 9 de outubro de 1925 marcou un fito histórico cando José Novo Núñez tomou posesión como primeiro alcalde do novo concello, culminando un proceso de segregación de Valga que converteu a antiga parroquia de San Xulián de Requeixo nunha entidade municipal propia. Esta decisión estratéxica aproveitou a concentración de servizos urbanos —estación ferroviaria, porto, servizo médico— fronte ao carácter rural do resto do territorio de Valga, configurando desde entón un modelo de desenvolvemento que equilibra tradición e modernidade.
La vecina Amparo Acosta entró en la peletera en 1956 y, durante cuarenta años, vivió sus buenos y malos tiempos
Coincidiendo con el 150 aniversario de la puesta en marcha de la primera fábrica de curtidos de pieles en A Matanza, Padrón rindió homenaje, de la mano de la Irmandade dos Fillos e Amigos, a la figura de Ignacio Zaragoza Salvadó, fundador de la empresa Picusa. En ella trabajó durante cuarenta años la vecina de Padrón Amparo Acosta Castro, quien entró en la fábrica de muy joven, en 1956, siendo menor de edad. Allí estuvo hasta que Picusa cesó su actividad en 1995, por lo que es historia viva de la peletera, en la que vivió sus buenos y malos tiempos, hasta que en 1997 la adquirió el grupo Cortizo.
Amparo Acosta es natural de Extramundi y decidió emplearse en Picusa en un momento en que las mujeres no trabajan fuera de la casa y menos en fábricas. La mayor parte de su vida laboral la pasó en la sección de acabado y aún hoy se acuerda de su primera paga semanal: «oito pesos e dúas pesetas». Esa era la cantidad para las menores de edad ya que las mayores ganaban, según cuenta, «18 pesos á semana».
Cuando llegó con su primera paga a casa, le dijo a su madre que «era pouquiña cousa, pero ela díxome que era unha fartura» porque eran tiempos, según recuerda, de «verdadeira necesidade». Como ella, muchas mujeres del concello y de su entorno fueron a trabajar a Picusa, de modo que representaban un número importante de la plantilla (esta llegó a ser de 600 personas), aunque en el turno de noche trabajaban solo los hombres, según precisa.
«Se me din cando empecei en Picusa que ía traballar alí 40 anos non sei se o crería», asegura Amparo Acosta en alusión a que su primer puesto fue en la nave de curtición y no le gustó, por lo que reconoce que «custoume adaptarme e mesmo cheguei a pensar para que me metería a traballar aquí» pero, con el cambio de sección, pronto se sintió a gusto, añade. Cuando empezó, iba a pie a la fábrica de A Matanza; después compró una bicicleta, le siguió la motocicleta y, finalmente, acabó desplazándose en coche. La mujer reconoce que trabajar fuera de casa fue en su momento una gran ayuda para la economía familiar. «Foi como se a casa empezase a revivir», señala. No obstante, también tiene muy presente que, además de trabajar en la fábrica, tenía que ayudar en las tareas del campo que se realizaban en aquellos tiempos de modo que habla, por ejemplo, que antes de entrar en su puesto por las tardes «ía pañar un carro de herba a Lestido».
Además de la fábrica, en la que también trabajó su marido, ya fallecido, y en la que ella ocupó un cargo, aunque le resta importancia, también trabajó de dependienta en la tienda que abrió la empresa y en la que vendía artículos de piel, desde calzado a chaquetas o bolsos. Abría también los sábados y domingos por la mañana, aunque la fábrica no trabajase. «Tiña moita venda», recuerda la vecina.
Rememora, además, el trato que tuvo con el fundador de Picusa, del que señala que era un «home moi agradable e educado, que sempre falaba cando andaba pola fábrica» y que, si tenía que llamarle la atención a alguien, nunca lo hacía en público. «Madrugada e xa andaba polas naves antes de empezar nós a traballar». También conoció a su mujer, hijos y nueras.
Amparo Acosta también recuerda, especialmente, la fiesta anual que organizaba la empresa con motivo de la festividad de San Bartolomé, con misa y una comida en las instalaciones de la fábrica, además de una verbena con orquestas, en el jardín o en el Paseo del Espolón. «Íamos todas guapas», dice la vecina. Amparo Acosta rememora, además, la época en la que la fábrica perteneció a Rumasa y señala que «por nós sempre cotizou e sempre pagou os salarios». Cuando la adquirió Cortizo, cuenta que ella fue la primera mujer a la que llamó el empresario para trabajar pero estaba recién operada de un ojo y, finalmente, ya no volvió a incorporarse al mercado laboral.
De su etapa en Picusa asegura que «gardo un moi bo recordo; coñecín a moita xente e penso que fun apreciada porque hoxe ando por aí e todo o mundo me fala». Por ello, vivió con tristeza el cese de la actividad de la peletera y asegura que «daquela Padrón notou a falta de Picusa porque era unha riqueza para o pobo», opina.
En la imagen que acompaña esta información, sacada el viernes junto a las naves de Piscusa, Amparo Acosta sujeta una fotografía antigua en la que aparece ella con la bata roja que usaba en la fábrica.
El concello ha celebrado hoy su festividad local, que tiene más de 400 años de historia
Alrededor de 300 vecinos mayores de Padrón han participado ayer martes en la comida de confraternidad organizada por el Concello con motivo de la festividad local de San Xoán do Raio. Fiel a la tradición del 6 de mayo, la jornada ha arrancado en el Concello, desde donde ha partido la procesión con la imagen del santo, encabezada por un cuarteto de la Asociación Cultural Rosalía de Castro de Padrón y acompañada por la corporación municipal y por vecinos, en dirección a la iglesia parroquial, para la celebración de la misa solemne. La Coral Val do Sar ha cantad durante el oficio religioso, al que ha seguido el concierto del dúo de acordeones Ad Libitum, en la plaza de Macías y que fue muy aplaudido por el público presente.
La comida de la tercera edad en el Hotel Scala, en la que han participado unas 300 personas, estuvo animada por la música del dúo Sasbrosito. Antes de comenzar el baile, ha habido un sorteo entre los asistentes, de dos cenas para dos personas, una entrada para dos para el balneario de Cuntis y cuatro lotes de vino donados por el restaurante.
La fiesta continúa por la noche en el Campo del Souto, con la actuación de los grupos V-Roc y UYF’75, este último Unión y Fuerza fundado en 1975 en Padrón y que se vuelve a reunir para celebrar su cincuenta aniversario.
La festividad de San Xoán do Raio de Padrón tiene más de 400 años de historia, de modo que se remonta a un domingo de 1613, cuando un rayo cayó en la iglesia de Santa María de Iria Flavia durante la celebración de una misa. El incidente causó daños materiales, de modo que destrozó una de las torres de la antigua colegiata, pero no hubo heridos y, a iniciativa del Cabildo de Iria, quedó instaurada la festividad de San Xoán do Raio del 6 de mayo.
El próximo martes 6 de mayo, Padrón celebrará la festividad de San Xoán do Raio, una cita con profundas raíces populares y religiosas que cada año reúne a vecinos y vecinas en torno a la devoción, la tradición y la música. El programa previsto por el Ayuntamiento incluye actividades durante todo el día, pensadas para diferentes públicos.
Cartel de la fiesta de San Xoán de Raio 2025
A continuación, un resumen:
Actos oficiales
11:45 horas – Recepción oficial de las autoridades en el Ayuntamiento de Padrón.
11:55 horas – Procesión del santo patrón hasta la iglesia parroquial de Santiago de Padrón, acompañada por el grupo folclórico Rosalía de Castro.
12:00 horas – Misa solemne, cantada por la Coral Val do Sar.
12:45 horas – Actuación del dúo de acordeones Ad Libitum en la plaza Macías.
Almuerzo para mayores
Uno de los momentos centrales de la jornada será el almuerzo de confraternidad, destinado a personas mayores de 60 años.
Lugar: Hotel Scala
Hora: 14:30 horas
Actividad posterior: Baile tras la comida
Para asistir:
Es necesario retirar invitación en el centro social antes del 2 de mayo
Se debe realizar un ingreso de 10 euros, según indican desde las oficinas municipales
Servicio de autobús:
Salidas a partir de las 11:00 horas desde las paradas escolares
Regreso desde el hotel a las 19:00 horas
Música para continuar la fiesta
Por la tarde y la noche, la música tomará el relevo en el Campo do Souto, con dos conciertos abiertos al público:
20:00 horas – Actuación del grupo V-Roc, con un repertorio que abarca diferentes estilos.
21:30 horas – Concierto del grupo padronés UYF’75 (Unión y Fuerza), que celebra este año su 50 aniversario.
Manuel y Dolores en el jardín de Casa de Marcelo, abierta en 1995, tras 2 años de intensa restauración, cuidando cada detalle (cada viga, piedra y rincón) para respetar la esencia original del edificio. Ejemplo de turismo rural de calidad, son también un modelo de conservación del patrimonio y respeto del entorno.
Manuel Ferro y Dolores Duros devolvieron la vida a una antigua casa de aldea, símbolo de la arquitectura tradicional, en la parroquia de Carcacía
Ayer celebró Casa de Marcelo, en la parroquia padronesa de Carcacía, su 30 aniversario, «una fecha cargada de emociones y recuerdos que reflejan la dedicación y el esfuerzo de tres décadas». Así lo destacan Manuel Ferro y Dolores Duro, quienes devolvieron la vida a una antigua casa de aldea, símbolo de la arquitectura tradicional, para convertirla en una hospitalaria casa rural.
Ahora, añaden, es «un refugio para quienes buscan desconectar en plena naturaleza, rodeados de tranquilidad y belleza; pero lo que realmente ha marcado la diferencia es la atención familiar y cercana brindada a sus huéspedes».
«Cada persona que ha pasado por aquí ha dejado algo especial, y muchas ya forman parte de esta gran familia que es Casa de Marcelo», constatan Manuel y Dolores, emocionados ante este aniversario tan significativo. Hoy, el negocio sigue mirando al futuro con ilusión, fiel a su filosofía de ofrecer una experiencia única y auténtica, donde cada visitante encuentra mucho más que un alojamiento, «encuentra un hogar», subrayan.