Vuelve Chanteclair a lo grande el 16 de octubre con Omar Montes.

Es octubre y vuelven las discotecas. Dos noticias emocionantes. Lo de octubre es normal, repetitivo, forma parte de un ciclo. Octubre es un mes muy lírico, las temperaturas y la lluvia animan a quedarse en casa, hay menos horas de luz solar y uno tiene más ganas de leer libros, de escuchar baladas lánguidas y sonatas clásicas, en fin, moñadas, diría un treintañero, pero, aunque suene a antiguo y a romántico, es así: octubre invita a disfrutar con poemas y con músicas evocadoras, sea una sonata de Chopin, sea el Bailar pegados de Sergio Dalma.

¿Bailar pegados? Sí, en octubre podremos volver a bailar pegados porque regresan las discotecas. Esa balada romanticona y almibarada de Sergio Dalma es ya un clásico. Tanto que ya a finales de los 80 se escuchaba en Zao, en Salem, en Tótem, en Musgo, en Chanteclair y en La Luna. Esas discotecas inscritas a sangre, fuego, pasión y cubatas en la memoria sentimental de O Salnés, donde, cuando se escuchaba la voz resquebrajada de Dalma, la pista se llenaba de parejas expectantes ante lo que podrían dar de sí los acordes de aquella canción: sabían cómo empezaba la pieza, pero no cómo acabaría aquello, si ya no volverían a despegarse. ¿Piezas? Sí, las canciones se llamaban piezas. Si Casablanca se hubiera rodado en Chanteclair de Pontecesures en lugar de en el Rick’s Café de Casablanca, el ruego al pianista habría sido de otra manera: «Toca otra pieza, vocalista». ¡Qué nombre más bonito para referirse al cantante: vocalista!Thanks for watching!.

En Chanteclair, no se rodaban películas, pero se celebraban unos concursos de mises dirigidos por un señor que no era americano ni se llamaba Bogart, sino que era de Lugo y respondía al nombre artístico de Pepe Garalba. Aquellos certámenes de fin de semana eran un ejercicio que hoy hubiera acabado con media discoteca denunciada por machismo. Se elegía a Miss Simpatía, a Miss Fotogenia, a Miss Piernas Bonitas, a Miss Chanteclair y, mi favorita, Miss Cacaolat, que recibía un lote de productos chocolateados de manos del representante de la marca Cacaolat en la comarca.

Los reporteros de La Voz íbamos por allí a hacer reportajes alucinantes y alucinados porque pasaban cosas increíbles que ya he contado como ver a Manolo Escobar cenando un bocatamortadela a las tres de la madrugada o ser invitado a formar parte del jurado para elegir las mises, cosa que siempre rechazábamos porque una cosa era contar el humillante concurso y otra participar en algo que nos parecía aborrecible.

No sé, pensándolo bien, igual éramos unos hipócritas incoherentes que disfrutábamos contando la noche de mises, pero luego resulta que no estábamos de acuerdo con lo que allí pasaba. Cosas de los 80, aunque bien cierto es que el último año que se eligieron mises en Vilagarcía, critiqué el festejo ácidamente y resultó que una de las reinas de la belleza era hija de un compañero de trabajo. El colega en cuestión dejó de hablarme durante el resto del año.

Pero habíamos quedado en que estábamos bailando pegados en la pista, evocando aquellas discotecas de hace 40 años, que perduran y vuelven a abrir este mes. Discotecas gallegas, un fenómeno extraordinario que atraía la atención de los medios nacionales en aquellos años, cuando había dos rutas de la marcha muy singulares y llamativas: La Ruta del Bakalao en Valencia y La Ruta de las Discos Rurales en Galicia.

Al principio, los medios de Madrid no acababan de ver claro ese mundo galaico de discotecas situadas en medio de la nada, en el campo, rodeadas de un inmenso aparcamiento al que llegaban decenas de autobuses, que recorrían las aldeas más perdidas a la hora del café, para llevar a marchosos maduros a la discoteca La Luna, o a la hora de la merienda, para llevar a marchosos muy jóvenes a la discoteca Chanteclair. Me costó convencer a la redactora jefa de El Semanal para que me encargara un reportaje sobre La Luna. Al final, accedió y al leerlo se quedó muy sorprendida ante aquel fenómeno social que únicamente se daba con tanta fuerza por aquí. Solo puso un pero: no le gustaba demasiado que contara y fotografiáramos un cartel que había en la carretera, enfrente de la puerta de La Luna, anunciando una chatarrería con grandes letras: El Desguace. Le parecía un recurso más cruel que irónico, pero coló.

La Luna está en obras y reabrirá en noviembreChanteclair abrirá el sábado 16 de octubre con Omar Montes como invitado estelar. Es una inauguración con mensaje y simbología, algo parecido al «Decíamos ayer» con que iniciaron sus clases Fray Luis de León y el Viejo Profesor Enrique Tierno Galván en la Universidad de Salamanca tras haber sido expulsados de ella años atrás. Omar Montes iba a actuar en Chanteclair el día que España fue confinada y volverá para continuar donde lo dejó: «Cantábamos ayer».

El gran empresario de Chanteclair, Manolo Besada, anuncia que la discoteca, además de contar con el conocido cantante, prepara un fiestón de reapertura en el que también estarán DJ Goro o Marcos Magán. El reestreno será a lo grande, como en los viejos tiempos, con diez líneas de autobuses para llegar a la discoteca. Y en La Luna, él volverá a dirigirse a ella con un tímido: «¿Bailas?». Y se pegarán. ¡Gracias, Sergio Dalma!

La Voz de Galicia

Festa dos Ovos con Chourizo/ Festa da Lamprea

Lo del chourizo como plato estrella de una fiesta gastronómica tuvo su momento álgido hace muchos años. Fue en 1992 cuando se inventó en Cesures la Festa dos Ovos con Chourizo. El año anterior, Piñeiro Ares, inefable alcalde cesureño, polemizó con Jesús Villamor, alcalde de Padrón, al organizar unas fiestas de Pascua al tiempo que las populares y ancestrales fiestas de Pascua padronesas. Saltaron chispas y en 1992, Piñeiro dejó el invento pascual y se inventó una movida gastronómica que hizo correr ríos de tinta y dio mucho juego periodístico.

En concreto, unos días antes del domingo festivo de Padrón, organizó quince días de festejos que culminaron con la I Festa dos Ovos con Chourizo, que, además de la degustación gratuita de tan contundente plato, contó con la presencia estelar de Marianico el Corto. Aquella mezcla castiza y cañí provocó críticas, debates, vergüenzas y artículos de fondo, máxime cuando el alcalde Piñeiro ya había irritado a medio Salnés con la contratación festiva de Regina dos Santos, un mito erótico del patriarcado machista cuando nadie hablaba de ese tema.

Como Piñeiro Ares era genio y figura, la Festa dos Ovos con Chourizo no estuvo exenta de polémica. Si el año anterior la pelea había sido con Padrón, en 1992 la disputa fue con Valga. La chispa brotó cuando los feriantes, que costeaban buena parte del programa festivo, instalaron algunas de sus barracas en los muelles dentro de un terreno propiedad del Ayuntamiento de Valga. Una vez llegado a un principio de acuerdo con el concello colindante, los feriantes rompieron el pacto de manera unilateral y, ya que no podían invadir Valga, forzaron una represalia simbólica: la comisión del huevo y el chorizo excluyó del programa de fiestas al grupo de gaitas y danzas de Valga.

Piñeiro Ares era todo un personaje. Lo recuerdo en Fexdega, acompañando a Fernández Albor durante su paseo de inauguración, pero corriendo apresurado para instalarse en el stand de Pontecesures, preparado para dedicarle su último libro a don Xerardo. Otra vez lo vi en la discoteca Chanteclair, cuyo memorable eslogan publicitario era «¿Te trisca la idea?». Aquella noche actuaba Manolo Escobar en la disco, pero no acababa de salir al escenario porque no le pagaban. Ajeno a la polémica, José Piñeiro paseaba por Chanteclair meditabundo y solitario, parecía a la espera de que una idea le triscara. Quizás fue ahí donde maquinó lo de los ovos con chourizo, que se sustanciaron esa primavera.

Cuando Piñeiro perdió la alcaldía y la ocupó el BNG, se potenció la Festa da Lamprea y se olvidaron los huevos. De esa fiesta fui jurado. Nunca lo olvidaré. En la plaza del pueblo, sobre un estrado, el hermano de Camilo José Cela, la tía de Pepe Domingo Castaño, el periodista Diego Bernal y un servidor. Delante, todo Cesures sentado en sillas y atendiendo a cada uno de nuestros gestos mientras probábamos una docena de lampreas preparadas por amas de casa del pueblo. Tras elegir la mejor, nos invitaron a cenar… lamprea. No me sentó mal, pero al día siguiente solo comí un yogur. Es lo que tienen las fiestas gastronómicas.

J.R. Alonso de la Torre. LA VOZ DE GALICIA

El «Fluvial Festival» convertirá la playa de Vilarello en una gran romería con pista de baile nocturna.

El Concello de Valga anuncia que la playa de Vilarello será escenario el día 14 de la primera edición del «Fluvial Festival». Lo presenta como «un evento dirigido a todos los públicos, con romería durante el día y actuaciones musicales por la noche». Parece que se instalarán «food trucks» con distintos tipos de comida, además de pulpería y barra de bebidas. Además habrá sesión vermú, con una discoteca móvil y música en directo. Todo ello por un precio de 3 euros en horario de 10.00 a 18.00 horas, permitiéndose el acceso gratuito a los menores de 12 años que acudan acompañados de un adulto. Entre las 20.00 y las 05.00 horas habrá actuaciones musicales a cargo de Djs como Groove Amigos, Prieto, Carlos Pintor, Carlos López y Kike Varela.

Faro de Vigo

Camela esta noche en Chanteclair.

No te pierdas el Concierto 25 ANIVERSARIO de Camela en la discoteca Chanteclair de Pontecesures

Acerca de este evento

Siempre que oímos nombrar a CAMELA nos asaltan recuerdos de ese grupo que se hizo famoso casi sin querer, a todos nos vienen a la memoria melodías inconfundibles que tienen el sello de este magnífico grupo que un día nos sorprendió con sus canciones y sus ritmos. Marcaron y siguen marcando, la diferencia con un estilo inconfundible que sólo pertenece a ellos.

Ahora CAMELA nos presenta su nuevo disco titulado «REBOBINANDO» repleto de sorpresas y acercamientos a otras músicas sin perder por ello su estilo y su personalidad. Este acercamiento se debe principalmente a la elección de los artistas que colaboran en el disco celebrando el 25 aniversario de los inicios del proyecto.

Chanteclair

Padrón y Cesures entran en la crónica rosa con otro «escándalo» de Paquirrín.

PADRÓN Un nuevo escándalo que involucra a Kiko Rivera, Paquirrín, ha puesto en el foco de la crónica rosa a Padrón y Pontecesures. Según relató el periodista Pepe del Real en el programa de Ana Rosa de Telecinco, Kiko Rivera salió de madrugada de la discoteca Chanteclair de Pontecesures, donde había actuado como Dj, «se van al hotel en una furgoneta y ven bajarse a una chica rubia, bastante despampanante, que venía animada, a Kiko y un amigo de él. Entran y van a su habitación… Pero la cosa no terminó ahí. La sorpresa llega a las cinco y media de la mañana cuando el marido de la chica rubia llega al hotel aporreando la puerta, diciendo que si no sale su mujer llama a la Policía Local porque personas que estaban con ella le habían dicho que no estaba en condiciones. Esto hace que la recepción del hotel llame a la habitación y consiguen que baje». Tras darse a conocer la información, Kiko Rivera desmintió que la chica estuviera con él, sino con su amigo. Por su parte, su mujer Irene Rosales, se mostró muy enfadada :»Yo solo voy a decir una cosa: a la chica la demanda le llegará, sino es por parte de mi marido será por la mía, pero le llegará».

El Correo Gallego

Bocata de mortadela en Chanteclair.

Nunca olvidaré la noche que cené con Manolo Escobar en la discoteca Chanteclair de Pontecesures. Yo había descubierto un par de años antes la macrosala cesureña y había quedado fascinado por aquel mundo castizo de las tardes de domingo, cuando decenas de autobuses llegaban hasta la desembocadura del Ulla desde las aldeas más remotas y dejaban expediciones de jóvenes y adolescentes ansiosos por convertir el final de la semana en una fiesta de música, baile y mucho amor.

Chanteclair era una fuente segura de reportajes y por allí me acercaba cada vez que la ocasión lo requería. Recuerdo haber entrevistado a Miss Cacaolat (entonces existían esas cosas), una rapaza muy graciosa que me contaba que sus amigas, cuando un muchacho les pedía bailar, le preguntaban, antes de dar el sí, por una cuestión fundamental: «¿Cántas vacas tes?».

En otra ocasión, entrevisté a los dueños, que siempre iban vestidos como mariachis, pero sin sombrero. En mi mundo ideal de profesor de Literatura, pensaba que lo de bautizar con el nombre de Chanteclair una discoteca tenía un origen culto y medieval, que provenía, en fin, del gallo Chanteclair de los Cuentos de Canterbury de Sir Geoffrey Chaucer. Pero los propietarios del local me devolvieron a la realidad dura y primaria del universo macrodiscotequero. «¡Qué galo ni qué galiña!, el nombre viene de un puticlub del Líbano que conocimos cuando navegábamos en mercantes».

Asiduo de Chanteclair era Pepe Garalba, el rey de los concursos de misses, y cada mes había un concierto de categoría. Uno de ellos, el más grande, lo protagonizó Manolo Escobar, que cantó en la discoteca una noche de domingo y vino desde Lavacolla sin tiempo para cenar. Habíamos concertado una entrevista con él y nos reunimos en una especie de subterráneo que había bajo el escenario, donde los empresarios de aquel palacio de la felicidad imposible, la del domingo por la tarde, tenían su ambigú privado con un cátering inexplicable: bocadillos de mortadela y quintos de Estrella Galicia. No sé qué me descolocó más, si la mortadela o los quintos, pues bien sabido es que Galicia es el único lugar de España donde pides una cerveza y te ponen un tercio, no un quinto. Pero todo funcionó como la seda: tras culminar su actuación cantando a su carro robado, Manolo Escobar comió hambriento su bocata mortadela y me atendió cariñoso mientras un servidor, que ya había cenado, porque a Chanteclair había que ir cenado, hacía la entrevista y mordisqueaba el fiambre para no hacerles un feo a los jefes de aquel emporio de inspiración libanesa.

Un tesoro para las crónicas

Las discotecas rurales gallegas eran un tesoro de crónicas periodísticas. Recuerdo otra noche memorable con ribetes de novela negra y protagonista más propio de Berlanga que de Raymond Chandler. Resultó que me habían dado el soplo de que por Caldas de Reis funcionaba un laboratorio de pastillas de speed. Investigué el caso y descubrí que el material se repartía en una discoteca de A Escravitude, situada en medio del campo, junto a la estación de ferrocarril, los sábados por la noche.

Quise confirmar los datos antes de escribir y llamé al cuartel de la Guardia Civil, donde se extrañaron mucho pues no conocían nada del caso. Pero me hicieron una propuesta que no pude rechazar. Los guardias prepararían un operativo para la noche del siguiente sábado y yo iría por allí y podría asistir en exclusiva a la acción y contarla en La Voz de Galicia. Consulté con la autoridad periodísticas y acepté el trueque. El problema es que yo no tenía ni idea de cómo se debía vestir un pastillero y no se me ocurrió otra cosa que disfrazarme con una gabardina verde y aparecer de esa guisa en la discoteca de A Escravitude. Así que allí estaba a la una de la madrugada del sábado al domingo, paseando por la sala con la gabardina puesta, ya que no había guardarropa, observando para contarlo y constatando que allí no pasaba nada salvo que de los grifos de los baños no manaba agua con el fin de que la clientela se gastara una pasta en caros botellines de agua minetal, pues todo el mundo sabe que las pastillas alucinógenas dan mucha sed.

A mí, aquella experiencia lo que me estaba dando era mucho sueño. Me mantenía despierto a base de cocacolas, que eran más baratas que el agua, y reparaba en que aquel friki con gabardina, o sea, yo, provocaba curiosidad y comentarios en los grupos de jóvenes que había en la discoteca. El caso es que me harté de dar vueltas y a las tres, volví a casa. A la mañana siguiente, llamé a la Guardia Civil para manifestarles mi extrañeza por no haber asistido a ningún operativo. También para pedirles disculpas por haberles informado de manera equivocada.

Al otro lado del teléfono, un sargento me aclaró lo sucedido: «Sí que hubo operativo, pero no pudimos llevarlo a cabo hasta que usted se marchó. Vestido con gabardina y paseando por la discoteca, todo el mundo pensó que era usted policía y no sacaron las bolsas de pastillas hasta que no desapareció».

Cómo echo de menos aquellas macrodiscotecas rurales donde convivían Miss Cacaolat, Manolo Escobar, los pastilleros y la Guardia Civil mientras un servidor lo observaba todo comiendo bocadillos de mortadela.

«¡Qué galo ni qué galiña!, lo de Chanteclair viene de un club del Líbano»

La Guardia Civil haría un operativo en la disco de A Escravitude y yo podría contarlo.

La Voz de Galicia