Juan Manuel Rey, María Ferreirós y un responsable de Protección Civil de Catoira en la rueda de prensa del vierne
La candidata socialista a la Alcaldía de Valga,
María Ferreirós, y el regidor de Caldas, Juan Manuel Rey, comparecieron
ayer en rueda de prensa para denunciar abiertamente la situación del
servicio supramunicipal de emergencias (GES) con sede en el municipio
valgués. El asunto será tratado en una sesión plenaria extraordinaria
este mismo lunes, forzada por los socialistas del municipio que ayer se
mostraban especialmente duros con la “nula capacidade de diálogo” del
alcalde, José María Bello Maneiro.
Fue la alcaldable de la localidad, María Ferreirós, la que advirtió
que de un tiempo a esta parte la situación del GES supramunicipal, que
debería dar servicio a los concellos no solo de Valga, sino también de
Pontecesures, Catoira, Caldas y Portas ha ido a peor. “Todo nace a raíz
dunha serie de demandas dos propios traballadores para reclamar un
listado de competencias claras e tamén unha especificación das
categorías e dos traballos a realizar”, dice Ferreirós. La consecuencia,
advierte, es que “dende Alcaldía se cambian os cadrantes e se modifican
os turnos de 24 horas por un de 8. Orde sempre da Alcaldía”. Los
socialistas entienden que esta situación “é perigosa porque así se
evidenciou cando houbo que acudir aos incendios de Cuntis e Dodro e só
había un operario”. Además de criticar la capacidad de diálogo de Bello
Maneiro la edila también señala que “houbo represalias contra os
traballadores por parte da Alcaldía coa suspensión de emprego e soldo” y
apunta que “a situación é verdadeiramente preocupante”.
Lo cierto es que el carácter supramunicipal del servicio nunca ha existido según las palabras del alcalde de Caldas, Juan Manuel Rey. “Durante os anos que leva este servizo operativo só actuaron noutros concellos de forma moi puntual e, é máis, durante todos os anos deste servizo nunca acudín a ningunha reunión de coordinación, que sería o máis lóxico”. Entiende el alcalde caldense que el GES, aunque supramunicipal, “sempre foi un xoguete nas mans do alcalde de Valga”. De hecho dice sentirse “ninguneado” porque “nunca contamos con ese servizo, pese a ter dereito a el”.
Ferreirós argumentó que el GES realizaba todo tipo de tareas, no solo de emergencias, sino también de “limpeza de cunetas” cuando “é persoal formado para as emerxencias”.
El Concello de Valga reclama a la
Subdelegación del Gobierno que aporte más medios técnicos y materiales
para evitar el desmantelamiento del cuartel de la Guardia Civil
existente en esta localidad, y del que, teóricamente, dependen también
otros municipios vecinos, algunos que carecen incluso de Policía Local,
como Catoira, y otros que están bajo mínimos, como Pontecesures.
El gobierno del conservador José María
Bello Maneiro ya ha preparado una moción que aprobará en el pleno a
celebrar mañana para empezar a presionar, lograr que se mejore el
servicio e impedir el cierre del acuartelamiento.
Alegan
en el ejecutivo local que la situación es «preocupante» porque la
Guardia Civil «ofrece un servicio cada vez más precario». Tanto es así
que «en la actualidad este cuartel solo cuenta con un sargento y un
guardia cuya presencia es testimonial».
Prueba
de ello, añaden en el Concello, es que «resulta más frecuente
encontrarse con un control de Tráfico que con una patrulla de la Guarda
Civil, lo que acrecienta la sensación entre los vecinos de que está más
para recaudar que para vigilar».
Parece
que, asimismo, «son muchas las quejas de los vecinos por el deficiente
servicio que ofrece el cuartel, pues si quieren poner una denuncia
tienen que dirigirse, la mayoría de las veces, a Caldas, Vilagarcía o incluso Cambados, ya que nuestro cuartel tiene las puertas cerradas».
La
situación llega a tales extremos que «en ocasiones los vecinos optan
por no denunciar los robos que sufren en sus casas porque no tienden
dónde hacerlo y porque empiezan a creer que no vale para nada».
Estadísticas irreales
Esto
lleva a decir al gobierno local que «las estadísticas que se manejan
sobre robos y otros hechos delictivos en nuestro pueblo son irreales».
Lo
único cierto, consideran, es que «los robos en viviendas, comercios o
iglesias aumentan día a día, a lo que se suma que Valga tiene una amplia
población estudiantil y está cerca de áreas bastante conflictivas en
cuanto a trapicheo de drogas, por lo que aumenta la preocupación entre los padres».
Para
justificar su reclamación, el Concello también alega que carece de
Policía Local y dispone de un importante tejido industrial, «con más de
2.000 trabajadores en menos de un kilómetro cuadrado».
Además,
«discurren por el municipio importantes vías de comunicación, como la
autopista AP-9 la Nacional 550 o la PO-548, así como dos caminos de
peregrinación a Santiago».
Bello Maneiro asegura incluso que la Subdelegación del Gobierno en Pontevedra
«es perfectamente consciente de la situación de abandono progresivo que
afecta a nuestro cuartel debido a su escasez de medios y personal
porque así se lo hemos transmitido en varias ocasiones».
Al hilo de esto resalta que «en una reunión con la subdelegada ésta se comprometió a realizar una visita a Valga que a día de hoy no se ha producido y prometió un nuevo vehículo que tampoco se entregó; y mucho menos se amplió el número de efectivos». Todo ello a pesar de que el Concello «hizo en su día un esfuerzo muy grande para reformar y acondicionar el cuartel, por lo que ahora tenemos unas instalaciones modélicas que están infrautilizadas».
La noche del jueves, el fuego prendió en
Pontecesures, cerca de la depuradora. Con el servicio de protección
civil de esta localidad desmantelado, para apagar ese fuego se encontró
solo el único agente de guardia del GES de Valga. Si durante las noches
del mes de abril se produjesen nuevos incidentes, de nuevos contaría el
servicio de emergencias supramunicipal de un único agente, según los
turnos de trabajo que se han establecido desde la alcaldía que ocupa
Bello Maneiro (PP). Esa situación deja desprotegidos a los vecinos y,
también, a los propios agentes. Así lo dijo ayer el PSOE, que en rueda
de prensa ha denunciado la crítica situación que atraviesa este cuerpo. A
su juicio, el conflicto, que será objeto de un pleno extraordinario el
próximo lunes, deriva de la concepción que el alcalde de Valga tiene del
servicio de emergencias: una brigada más que lo mismo sirve para
atender un accidente de tráfico que para desbrozar montes y desatascar
tuberías.
Esa forma de trabajar parece haber cansado a los
agentes, que llevan meses intentando negociar con el Concello varias
cosas. La primera, que se retomen los turnos de 24 horas, que permitían
organizar el servicio con mayor fluidez y garantizando siempre un mínimo
de profesionales de guardia. La segunda, que se fijen con claridad sus
competencias y funciones. Pero las negociaciones no solo no han
fructificado, sino que a estas alturas el Concello parece haber roto
relaciones con los trabajadores del GES, con los que «mantén un pulso».
Sin coordinación alguna
El problema, dice el PSOE, es que «Maneiro pensa no GES como nun grupo de traballadores para todo». Eso explicaría que el servicio haya actuado en contadas ocasiones fuera del término municipal de Valga, pese a cubrir Catoira, Pontecesures, Caldas y Portas. «Nunca funcionou como supramunicipal; sempre foi un xoguete nas mans do alcalde de Valga, que nunca convocou unha reunión de coordinación do servizo, e iso ten provocado problemas coas agrupacións de voluntarios doutros concellos», afirma el alcalde de Caldas, Juan Manuel Rey. La misma opinión manifestó el presidente de la agrupación de Protección Civil de Catoira, que también participó en el acto. Ambos recordaron que el GES es, en teoría, un servicio supramunicipal al que Valga optó de forma voluntaria, igual que otros concellos de la zona que mostraron interés por ser la sede del mismo. Pero el elegido fue Valga, que aporta 21.000 euros al mantenimiento del servicio -el resto es financiado por la Xunta y la Diputación-. «O negocio para Maneiro está claro: por eses cartos ten doce persoas traballando no que lle interesa a el», dijeron los socialistas, que recordaron, por boca de la valguesa María Ferreirós, que «Valga leva anos sen pedir a contratación de persoal nos plans da Deputación».
La falta de personal en el Grupo de Emerxencias (GES) de Valga obliga
a reajustar turnos durante todo el mes. Así lo informa el Concello en
un bando municipal en el que recoge también los motivos por los que la
plantilla se ha visto reducida.
Así, según señalan desde el ejecutivo que preside el conservador José
María Bello Maneiro, tres integrantes del GES se encuentran de baja,
uno se acogió al permiso de paternidad, otro está de vacaciones, otro se
encuentra realizando un curso y cuatro cogieron días de asuntos
propios.
Por ello, el turno de mañana del 21 al 24 de marzo contará con un
solo miembro de GES; al igual que el de noche durante las dos últimas
semanas del mes. Lo cierto es que las bajas afectan a once trabajadores,
lo que supondría un alto porcentaje teniendo en cuenta que, al menos
según las cifras disponibles en 2017, la plantilla está compuesta por
trece miembros.
El GES de Valga realiza toda serie de intervenciones relacionadas con
la seguridad ciudadana y con la prevención, colaborando en accidentes o
llevando a cabo, por ejemplo, campañas informativas.
Apoyo político Sin embargo, este bando sale después de que desde el propio servicio denunciasen falta de efectivos y que la guardia nocturna las realizaba un solo operario. De estas quejas se hizo eco el BNG de Caldas, ya que se trata de un servicio comarca. “A mala xestión da Xunta do PP provoca que as veciñas de Caldas nos atopemos nunha situación de completa desprotección”, asegura el portavoz, Manuel Fariña. El nacionalista acusa a la administración autonómica de convertir la gestión de las emergencias “nun reino de Taifas” y señala que el servicio no puede depender “do capricho ou do pe co que se levanta o alcalde de Valga”.
Nunca olvidaré la noche que cené con Manolo Escobar en la discoteca Chanteclair de Pontecesures.
Yo había descubierto un par de años antes la macrosala cesureña y había
quedado fascinado por aquel mundo castizo de las tardes de domingo,
cuando decenas de autobuses llegaban hasta la desembocadura del Ulla
desde las aldeas más remotas y dejaban expediciones de jóvenes y
adolescentes ansiosos por convertir el final de la semana en una fiesta
de música, baile y mucho amor.
Chanteclair era una fuente segura
de reportajes y por allí me acercaba cada vez que la ocasión lo
requería. Recuerdo haber entrevistado a Miss Cacaolat (entonces existían
esas cosas), una rapaza muy graciosa que me contaba que sus amigas,
cuando un muchacho les pedía bailar, le preguntaban, antes de dar el sí,
por una cuestión fundamental: «¿Cántas vacas tes?».
En otra ocasión, entrevisté a los dueños, que
siempre iban vestidos como mariachis, pero sin sombrero. En mi mundo
ideal de profesor de Literatura, pensaba que lo de bautizar con el
nombre de Chanteclair una discoteca tenía un origen culto y medieval,
que provenía, en fin, del gallo Chanteclair de los Cuentos de Canterbury
de Sir Geoffrey Chaucer. Pero los propietarios del local me devolvieron
a la realidad dura y primaria del universo macrodiscotequero. «¡Qué
galo ni qué galiña!, el nombre viene de un puticlub del Líbano que
conocimos cuando navegábamos en mercantes».
Asiduo de Chanteclair era Pepe Garalba, el rey de
los concursos de misses, y cada mes había un concierto de categoría.
Uno de ellos, el más grande, lo protagonizó Manolo Escobar, que cantó en
la discoteca una noche de domingo y vino desde Lavacolla sin tiempo
para cenar. Habíamos concertado una entrevista con él y nos reunimos en
una especie de subterráneo que había bajo el escenario, donde los
empresarios de aquel palacio de la felicidad imposible, la del domingo
por la tarde, tenían su ambigú privado con un cátering inexplicable:
bocadillos de mortadela y quintos de Estrella Galicia.
No sé qué me descolocó más, si la mortadela o los quintos, pues bien
sabido es que Galicia es el único lugar de España donde pides una
cerveza y te ponen un tercio, no un quinto. Pero todo funcionó como la
seda: tras culminar su actuación cantando a su carro robado, Manolo
Escobar comió hambriento su bocata mortadela y me atendió cariñoso
mientras un servidor, que ya había cenado, porque a Chanteclair había
que ir cenado, hacía la entrevista y mordisqueaba el fiambre para no
hacerles un feo a los jefes de aquel emporio de inspiración libanesa.
Un tesoro para las crónicas
Las
discotecas rurales gallegas eran un tesoro de crónicas periodísticas.
Recuerdo otra noche memorable con ribetes de novela negra y protagonista
más propio de Berlanga que de Raymond Chandler. Resultó que me habían
dado el soplo de que por Caldas de Reis funcionaba un laboratorio de
pastillas de speed. Investigué el caso y descubrí que el material se
repartía en una discoteca de A Escravitude, situada en medio del campo,
junto a la estación de ferrocarril, los sábados por la noche.
Quise confirmar los datos antes de escribir y llamé al cuartel de la Guardia Civil,
donde se extrañaron mucho pues no conocían nada del caso. Pero me
hicieron una propuesta que no pude rechazar. Los guardias prepararían un
operativo para la noche del siguiente sábado y yo iría por allí y
podría asistir en exclusiva a la acción y contarla en La Voz de Galicia.
Consulté con la autoridad periodísticas y acepté el trueque. El
problema es que yo no tenía ni idea de cómo se debía vestir un
pastillero y no se me ocurrió otra cosa que disfrazarme con una
gabardina verde y aparecer de esa guisa en la discoteca de A
Escravitude. Así que allí estaba a la una de la madrugada del sábado al
domingo, paseando por la sala con la gabardina puesta, ya que no había
guardarropa, observando para contarlo y constatando que allí no pasaba
nada salvo que de los grifos de los baños no manaba agua con el fin de
que la clientela se gastara una pasta en caros botellines de agua
minetal, pues todo el mundo sabe que las pastillas alucinógenas dan
mucha sed.
A mí, aquella experiencia lo que me estaba dando
era mucho sueño. Me mantenía despierto a base de cocacolas, que eran más
baratas que el agua, y reparaba en que aquel friki con gabardina, o
sea, yo, provocaba curiosidad y comentarios en los grupos de jóvenes que
había en la discoteca. El caso es que me harté de dar vueltas y a las
tres, volví a casa. A la mañana siguiente, llamé a la Guardia Civil para
manifestarles mi extrañeza por no haber asistido a ningún operativo.
También para pedirles disculpas por haberles informado de manera
equivocada.
Al otro lado del teléfono, un sargento me aclaró
lo sucedido: «Sí que hubo operativo, pero no pudimos llevarlo a cabo
hasta que usted se marchó. Vestido con gabardina y paseando por la
discoteca, todo el mundo pensó que era usted policía y no sacaron las
bolsas de pastillas hasta que no desapareció».
Cómo echo de menos
aquellas macrodiscotecas rurales donde convivían Miss Cacaolat, Manolo
Escobar, los pastilleros y la Guardia Civil mientras un servidor lo
observaba todo comiendo bocadillos de mortadela.
«¡Qué galo ni qué galiña!, lo de Chanteclair viene de un club del Líbano»
La Guardia Civil haría un operativo en la disco de A Escravitude y yo podría contarlo.