Un año más la campaña de la lamprea y la fiesta
con la que darla a conocer se caracterizan por la escasez de producto
en el río. Son múltiples las razones, y de ello sabe mucho Miguel
Piñeiro, el experto en pesca -y lamprea- que este año ejercerá de
pregonero.
Este periodista y
escritor explica que una de las causas de la regresión de la especie es
«el efecto demoledor de las grandes presas que cercenan el área a
colonizar», y cita como ejemplos «la antigua Fenosa,
ahora Naturgy, en el embalse de Portodemouros, y las dos presas que
levantaron aguas abajo en 2005, que no dejan subir a las especies
migradoras hasta las zonas más altas del río».
A
esto se suma que «los caudales van a menos» y también el cambio
climático», sin olvidar que «los censos estimados anuales se hacen a
ojo» y que este pez «es una especie sensible y muy caprichosa que
remonta el río con frío y viento del norte».
Mención
especial merecen, a su juicio, «el furtivismo y la intromisión de
lamprea foránea, ya que en el primer caso las lampreas ilegales no
computan en los guarismos oficiales ni en los censos de capturas».
La
comercialización de lamprea foránea -especialmente la francesa- tampoco
ayuda y se convierte en «un problema que se le traslada al consumidor,
ya que a veces se vende diciendo que es del Ulla cuando no es así»,
explicaba Miguel Piñeiro hace unos días a través de las redes sociales.
Al
tiempo que advierte de que la calidad y sabor de la lamprea del Ulla
superan con creces a la francesa, Piñeiro no duda en reclamar para los
ejemplares gallegos un sello de calidad que ayuda a diferenciarla.
Es por los motivos expuestos, y algunos más, que el pregonero de la fiesta de este año entiende que hay que empezar a «sentar las bases del futuro», de acuerdo con el sector extractivo y demás agentes implicados, para garantizar una pesca sostenible y la preservación de la especie.
En Valga, Sanxenxo, Santiago, A Coruña y
otros muchos rincones de Galicia se organizaron ayer emotivas
concentraciones contra el machismo y se guardaron minutos de silencio
por la muerte de María
José Aboy Guimarey, la vecina valguesa que el domingo perdió la vida -a
los 43 años- tras ser presuntamente tiroteada por su esposo, Javier
Bello Ferreirós, de 46.
Muestras de dolor y consternación como las vividas en la sede de la Xunta,
Ayuntamientos, plazas e institutos se repetirán hoy, pues de nuevo se
convocan protestas contra la violencia de género y actos de apoyo a los
familiares de las víctimas, entre ellos un hijo varón, de 23 años, y una
hija, de 18.
Entierros esta tarde
Al igual que quedará patente el dolor de la sociedad
gallega durante el entierro de este matrimonio que supuestamente no
tenía problemas que pudieran hacer predecir un desenlace tan terrible.
Los cuerpos de ambos llegaron ayer al Tanatorio San Roque, en Bemil (Caldas),
y los dos serán enterrados hoy a partir de las seis de la tarde en el
mismo cementerio, el de Santa María de Carracedo, también en el
municipio caldense, del que era natural el presunto homicida.
A
la capilla ardiente se desplazaron muchos de los vecinos y políticos
que por la mañana y de nuevo por la tarde-noche protagonizaron las
diferentes concentraciones de repulsa, entre ellas la organizada por el
Concello y la del colectivo feminista «O Refaixo de Carolina», que contó
con la asistencia de Carmela Silva, la presidenta de la Diputación de Pontevedra.
También acudieron al tanatorio algunos de los que acudían a mediodía al pleno extraordinario celebrado en el Concello de Valga,
en el que se decretaron tres días de luto oficial «en memoria de María
José Aboy Guimarey y de todas las víctimas de violencia de género».
De
forma consensuada entre los dos grupos que conforman la Corporación, PP
y PSOE, se decidió, igualmente, suspender todas las actividades
municipales previstas para estos tres días, «en señal de duelo». Al
tiempo que se condenaba enérgicamente «el terrible asesinato de nuestra
vecina», se ofrecía apoyo a la familia y se ponían a disposición de
todas las mujeres de Valga y municipios cercanos «los recursos del
Centro de Información á Muller (CIM), que ofrece asesoramiento
psicológico y jurídico gratuito a las víctimas de violencia de género».
Teléfono 016
La
Corporación no se olvidó de hacer un llamamiento a la sociedad para que
denuncie cualquier tipo de violencia de género «ante los departamentos
de Servicios Sociales, el CIM, los cuerpos policiales o el teléfono
contra el maltrato, el 016».
Se trata así de «evitar nuevas víctimas» y de «reafirmar el compromiso total del Concello contra la violencia machista».
En
este sentido, aunque no había evidencias de violencia de género previa
en el matrimonio valgués, hay que reseñar que once de las doce mujeres
asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año no habían
presentado denuncia.
Esto
lleva a la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y
de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona, a
decir que «la víctima tiene que saber que en España existe un sistema de
recursos asistenciales, judiciales y policiales que están creados solo y
exclusivamente con la intención de proteger su vida y su integridad
física y psíquica».
A lo que
Teresa Peramato, la fiscal ante el Tribunal Constitucional, añade que
«hay que decirle a la sociedad y a las víctimas que si hay alguna manera
de frenar al agresor es a través del procedimiento judicial, con
medidas cautelares o con penas».
También
se pronunció la vicepresidenta del Gobierno, ministra de la
Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, Carmen Calvo, quien
dijo sentir «inmensa rabia y dolor» y se mostró «desolada» tras conocer el crimen machista de Valga, ofreciendo «firmeza» para combatir esta lacra.
Abundando en ello, la Corporación condenó la muerte
de María José Aboy diciendo que era «una mujer joven, con toda la vida
por delante y con muchos sueños por cumplir que ya no podrá alcanzar».
Lo
hizo entre lágrimas, tanto las de miembros de la Corporación como del
público que asistía al pleno y después se concentraba en silencio a las
puertas del consistorio, con presencia de trabajores municipales y de
representantes de la Xunta y del municipio vecino de Pontecesures, con el alcalde Juan Manuel Vidal Seage a la cabeza.
En
esos actos el Concello de Valga expresaba su condena al «asesinato
machista» y mostraba su «absoluto rechazo a todas la formas de violencia
contra las mujeres, ya sea psicológica, económica, física o sexual»,
pues cualquiera de ellas constituye «un atentado contra la dignidad e
integridad».
Y desde la Administración local se dejaba claro, por último, que «la violencia de género no es un asunto privado, sino que se trata de un problema social que se combate con tolerancia cero frente a cualquier comportamiento machista», de ahí su intención de seguir «trabajando coordinadamente con otras instituciones y promoviendo actividades de prevención y sensibilización».
Las fuerzas de seguridad indican que la investigación que rodea a la muerte de María
José Aboy ofrece muy pocas dudas. Todo apunta a que, como se explicó
desde un primer momento, falleció a causa del disparo de escopeta que le
propinó su esposo, Javier Bello, antes de suicidarse.
Ambos
estaban solos en su casa, un inmueble de piedra apartado de la
carretera y demás vecinos situado en el lugar de Bronllo, en la
parroquia de Setecoros. Se encuentra a escasos kilómetros de Carracedo,
de donde era natural el presunto homicida, y la misma parroquia de Caldas en la que ambos cuerpos serán enterrados esta tarde.
El
hombre habría acabado con la vida de su pareja cuando ésta se
encontraba en la habitación. Le disparó en el pecho con una de las
escopetas de caza que tenía en el domicilio y María José Aboy murió en
el acto.
Inmediatamente el
presunto homicida se disparó en la cara, quedando completamente
irreconocible. Minutos después los cuerpos de ambos fueron descubiertos
por el hijo mayor de la pareja, después de que acudiera al lugar
alertado por la tardanza de sus padres, que iban a reunirse con él y otros miembros de la familia para almorzar.
La puerta de la vivienda estaba cerrada y fue necesario forzar la entrada para acceder al interior.
El alcalde conservador de Valga, José María
Bello Maneiro, explicaba ayer que los hijos de Javier Bello y María
José Aboy Guimarey «parecen no ser conscientes de lo que ha sucedido; es
como si no quisieran asumirlo y no acabaran de creérselo».
Añadía el regidor que tanto ellos como los demás familiares y el conjunto del pueblo de Valga están «destrozados por tan terrible suceso«. Desde el gobierno local también confirmaron que los psicólogos enviados por la Xunta y los trabajadores sociales del propio Concello siguen tratando de ayudar a la familia, y muy especialmente a los dos hijos del matrimonio formado por Javier Bello y María José Aboy.
Desde el Concello de Valga apelan a la colaboración entre instituciones y ciudadanos «para erradicar la barbarie que representa la violencia machista».
Se trata de hacer todo lo humanamente posible para acabar con «una lacra que afecta de manera dramática a nuestra sociedad y es la expresión máxima de la desigualdad de género», según se hace constar en el pronunciamiento unánime de la Corporación. Convertido en un manifiesto institucional y una hoja de ruta sobre la que trabajar, ese mensaje permite resaltar que «acabar con la violencia contra las mujeres es un reto de todos; una tarea conjunta que requiere una actuación unitaria y coordinada frente a los maltratadores».
«Nuestras madres, hijas, hermanas o amigas también pueden ser víctimas de violencia de género, y como sociedad
no podemos permanecer impasibles ante este atentado contra los derechos
humanos». Este es el mensaje que lanzaba el Concello de Valga justo
antes de que se organizara una concentración de repulsa frente al
machismo en el mismo instituto en el que estudió el hijo mayor de María
José Aboy y Javier Bello.
Los
alumnos salieron al recreo y se reunieron a las puertas del centro y
ante un gran mural pintado en la pared en el que puede leerse: «Nin unha
máis».
Allí, junto a profesores, miembros de la Corporación, representantes de la Fundación Amigos de Galicia
y otros asistentes pudieron meditar sobre lo sucedido, solidarizarse
con la familia de la víctima y asistir a la lectura de un manifiesto y
un poema con los que se dejaba patente que los jóvenes también quieren
contribuir a erradicar la lacra del machismo y se comprometen a «pensar
en ser todos mejores personas».
Los estudiantes se posicionaban así ante lo que definieron como «un terrible suceso
en el que se conjugaban violencia sexista y muerte». Un trágico
episodio «que nos toca aquí al lado y nos estremece especialmente». Lo
hacían sabedores de que «muchos de nosotros conocemos a alguna víctima
afectada».
Además de brindar «todo nuestro apoyo» a los hijos de Javier Bello y María Aboy, los adolescentes valgueses se conjuraban «para que cada uno de nosotros piense en la parte de responsabilidad que le corresponde cuando ante el abuso de poder miramos a otro lado, cuando en una pelea animamos a los contendientes o cuando ante un caso de acoso no denunciamos», ya que de este modo «estamos colaborando a construir un mundo muy negro».