Implantación de las cercanías ferroviarias.

Corregir la pertinaz discriminación que padecen los usuarios gallegos del ferrocarril frente a los ciudadanos de otras comunidades se sitúa en la base de la iniciativa que el pleno de Vilagarcía adoptó el jueves por unanimidad. Se trata de una moción que, propuesta a debate por el grupo de gobierno, insta a la Xunta a gestionar la creación en Galicia de un tren de cercanías similar a los que funcionan en Andalucía, Asturias, Aragón, Cataluña, el País Vasco, Madrid o Alicante y Murcia. El ámbito que la capital arousana propone para ello es el del eixo atlántico, una de las líneas más rentables de cuantas opera Renfe. La reclamación será planteada ante los grupos parlamentarios del PP, En Marea, PSdeG-PSOE y BNG. Los socialistas, en concreto, anuncian la presentación de una iniciativa en el Parlamento de Galicia.

Independientemente de la vía parlamentaria, la corporación de Vilagarcía pretende poner su petición directamente sobre la mesa de los responsables del operador ferroviario. En último término, son la empresa estatal y el Ministerio de Fomento, que la tutela, los que deben poner en marcha la creación de una jefatura de cercanías para Galicia. Aunque obviamente no tendría demasiado sentido sin una reivindicación explícita de la Xunta.

Hasta un euro más por billete

La ausencia de un cercanías tiene consecuencias directas para los bolsillos de los viajeros gallegos, obligados a pagar hasta un euro más por billete que madrileños, vascos o asturianos por recorridos equivalentes. Claro que este no es el único sinsentido que sobrevuela el ferrocarril gallego, en general, y el servicio que se presta a la ría de Arousa, en particular. Independientemente de las paradas incluidas en el recorrido A Coruña-Vigo, en estos momentos circulan también seis trenes diarios (a razón de tres en cada sentido) que cubren exclusivamente la distancia entre Vilagarcía y Santiago de Compostela. Pues bien, ni siquiera todos ellos hacen escala en Catoira para recoger y depositar pasajeros.

La línea más antigua de Galicia, que todavía permanece operativa, se antoja particularmente propicia para la implantación de un tren de proximidad. Su puesta en marcha permitiría, por ejemplo, establecer apeaderos en Bamio o Valga, además de potenciar las paradas de Catoira y Pontecesures con frecuencias más baratas y numerosas.

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El viajero gallego paga hasta un euro más por billete ante la falta de cercanías.

«Viajeros al tren, gallegos también». Cuando Antón Reixa y sus Resentidos rescataron esta frase del acervo de seculares aldraxes hacia el país del fin del mundo, sabían lo que hacían. Difícilmente podrá expresarse mejor la sensación de humillante discriminación que en tantas ocasiones ha caracterizado la relación de Galicia con el ferrocarril. La sentencia regresa a la actualidad gracias al pleno que mañana celebra la corporación municipal de Vilagarcía. El gobierno socialista de la ciudad propondrá a la oposición un frente común para instar a la Xunta a que defienda de una vez la implantación de un tren de cercanías, al menos por lo que respecta al eixo atlántico, tanto en aquellos tramos que se han renovado y electrizado, como en los que continúan más o menos como fueron inaugurados en 1873. Es es el caso de la primera línea de Galicia, que unió Cornes (hoy Santiago) con Carril (Vilagarcía de Arousa).

La falta de un servicio de proximidad se traduce en realidades que el viajero gallego puede comprender perfectamente. El precio del billete, sin ir más lejos, no admite discusión. En función del lugar en el que uno se suba al tren en Galicia, estará pagando hasta un euro más que asturianos, madrileños o vascos por trayectos similares, que los ciudadanos de las comunidades mencionadas sí pueden cubrir en un tren de cercanías.

Desplazarse entre Madrid y Aranjuez equivale a hacerlo entre Santiago y Vilagarcía. En el más barato de los casos, el que encarna el ferrocarril regional, más lento, el tramo gallego costará lo mismo; en el tren rápido, el billete se encarecerá en 55 céntimos. Algo parecido sucede entre Vilagarcía y Pontevedra. En Guipúzcoa, el trayecto de Zumárraga a San Sebastián siempre es más asequible, pese a recorrer una mayor distancia. Una apreciación que se repite en Asturias, al analizar el servicio entre las ciudades de Avilés y Oviedo.

Aunque el establecimiento de un cercanías puede llevarse a cabo perfectamente en la doble vía electrificada del flamante eixo atlántico, Galicia dispone de varias plataformas antiguas en activo que piden a gritos este tratamiento. El tren entre A Coruña y Ferrol es una de ellas. Otra apunta al viejo trazado entre Santiago y Vilagarcía, que bordea la ría de Arousa y, por si fuese poco, cuenta con el valor añadido de recorrer prácticamente el mismo dibujo que trazó aquel primer tren, hace 145 años. Pese a sus condiciones propicias, y a la posibilidad de multiplicar las paradas para ofrecer un servicio realmente eficaz, solo dos tipos de convoyes utilizan sus vías: medias distancias o regionales. Las consecuencias claman al cielo. Alguien que se suba al ferrocarril en Catoira con intención de llegar a Pontecesures, apenas nueve kilómetros, pagará más del doble que un tipo que cubra en cercanías los once kilómetros que separan Fuenlabrada de Leganés, en Madrid. Sobran, en definitiva, razones para el debate.

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Catoira aguarda una revisión de su estación que el ADIF sí ha llevado a cabo en Pontecesures.

Intermodalidad al margen, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) mantiene otras tres deudas pendientes. Que el AVE entre Vigo y Madrid discurra por Vilagarcía, en lugar de utilizar la antigua ruta del Miño, parece cosa imposible mientras Abel Caballero no le dé su visto bueno. No ocurrió en la última etapa del PSOE en el Gobierno central, ni tampoco en los sucesivos gabinetes del popular Mariano Rajoy. Descartado también este empeño, resta por abordar la situación en la que se encuentran las históricas estaciones de Pontecesures y Catoira.

A finales del año pasado, el ADIF anunció una campaña de revisión de 117 estaciones en toda Galicia. Entre ellas, las dos que se encuentran en el trazado del Baixo Ulla, en la primera línea de ferrocarril que funcionó en Galicia. Las instalaciones de Cesures sí han sido objeto de un lavado de cara. Las de Catoira, en cambio, aguardan su momento. En todo caso, lo que el operador ferroviario manifestaba en noviembre era su intención de mejorar el estado de las terminales, pero también su propósito de estudiar alternativas de uso que rescaten los edificios del abandono en el que languidecen.

Ni la terminal de Catoira ni la de Pontecesures tienen, en la actualidad, un uso conocido. Los viajeros que suben y bajan del tren en ellas adquieren sus billetes a bordo. Las taquillas están ciegas desde hace largo tiempo.

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O teito da marquesiña da estación de FFCC de Pontecesures presenta deficiencias importantes.

Xa hai tempo que se ben demandando ao ADIF o arranxo do teito da marquesiña da estación. Cada vez hai máis pingueiras e agora incluso resulta imposible utilizar algún banco cando chove por esa razón.

A ver se o arranxo se leva a cabo pronto. Está a ben que se invista nas estacións das grandes cidades, pero iso non debe supoñer o abandono destas pequenas estacións básicas na potenciación do ferrocarril pola vía convencional.

El Parlamento frena el intento de En Marea de trasladar la locomotora Sarita de Padrón a Vilagarcía.

La locomotora Sar, humanizada con afecto por su coetáneos con el nombre de Sarita, es parte sustancial de la historia ferroviaria de Galicia, pues fue cabeza tractora de la primera línea de ferrocarril, la que unía Cornes (Santiago) con Carril (Vilagarcía). Actualmente, la pieza se exhibe en Padrón como parte del patrimonio de la Fundación Camilo José Cela. Pero cuando la entidad fue intervenida para ser tutelada desde la Xunta, en el 2012, desde Vilagarcía se lanzó una campaña para llevarse la Sarita de Padrón, iniciativa que este jueves fue frenada en seco en el Parlamento gallego.

Fue el grupo de En Marea, el encargado de llevar a la Cámara autonómica la petición, avalada recientemente por toda la corporación municipal de Vilagarcía, para que Sarita regrese a lo que la diputada Luca Chao entiende que es «o seu emprazamento orixinal», con fin de formar parte del Museo do Ferrocarril de la capital arousana con el fin de dinamizarlo. Tanto el BNG como el PSOE apoyaron la demanda, aunque la socialista Concepción Burgo hizo la salvedad de que el traslado de la locomotora debería hacerse «con toda a cortesía» y sin generar un conflicto con el Concello de Padrón.

Es un requisito que, no obstante, la diputada Teresa Egerique (PP) aseguró que no se cumplía en estos momentos, pues ni la Fundación Cela ni el Concello de Padrón están de acuerdo con la enajenación de un bien que consideran directamente vinculado a la villa padronesa y a la familia de John Trulock, abuelo del Nobel de Literatura, gerente en su día de The West Galicia Railway Company, la empresa que explotó la línea Cornes-Carril y que trajo a Galicia la locomotora fabricada en 1880 en la ciudad inglesa de Leeds.

También recordó Egerique la gerencia de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, que cedió la locomotora a la Fundación Cela en 1986, se manifestó a favor de que Sarita continuara en Padrón y de evitar lo que en la villa rosaliana podría ser interpretado como un expolio. «Hai que ter coidado», advirtió la diputada popular, «porque isto pode ser espir un santo para vestir outro», dijo, para justificar su voto en contra de la petición avalada por toda la oposición.

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