El Juzgado decreta el sobreseimiento y archivo de la causa abierta por el asalto a la casa rectoral de Cruces.

Considera que no «existen indicios suficientes» para atribuir los hechos a una persona determinada, por lo que los dos detenidos quedan libres de cargos.

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Exsospechoso del asesinato de la asistenta del cura de Cruces.

El Juzgado número dos de Padrón dictó el martes un auto en el que decreta el sobreseimiento provisional y archivo de las actuaciones iniciadas por el asalto a la casa rectoral de la parroquia de Cruces, ocurrido el 14 de septiembre del 2014 y en el que falleció la asistenta del cura y este recibió una paliza.

Por esos hechos fueron detenidas e imputadas dos personas por presuntos delitos de homicidio y robo con violencia, Adolfo Piñeiro y Manuel Carballido, que ahora quedan libres de cargos al entender la jueza que «no existen motivos suficientes para atribuir» los hechos investigados a «persona alguna determinada».

Un día antes, el lunes, el Juzgado dictó otro auto por el que levantó el secreto del sumario.

Adolfo Piñeiro, vecino de Boiro, que ha dado a conocer esta mañana el auto judicial, reclamará daños y perjuicios por su detención y la imputación que pesó sobre su persona durante más de un año, «pese a que eu sempre dixen que non tiña nada que ver cos feitos», ha declarado. Piñeiro ha asegurado que su imputación le arruinó la vida, dado que todo el mundo lo señalaba por la calle como el «asesino».

El vecino de Boiro estaba obligado a comparecer en el Juzgado, en este caso de Ribeira por proximidad a su domicilio, los días 1 y 15 de cada mes, obligación que queda sin efecto.

Esta mañana ha estado en Padrón para recoger el auto judicial, sobre el que cabe recurso de apelación, y los teléfonos móviles que le habían requisado a raíz de su detención. Adolfo Piñeiro quiere proclamar que «estou libre de todo, como sempre dixen» y quiere que todo el mundo se entere porque «o que me fixeron a min non se lle fai a ninguén», ha dicho.

Piñeiro también ha advertido de que «os que entraron na casa do cura e mataron a pobre muller andan por aí soltos, que os busque a Garda Civil, que para iso lle pagan», proclama.

El vecino de Boiro, que dice que «o perdín todo», tiene previsto solicitar un abogado de oficio para presentar una demanda por daños y perjuicios.

La Voz de Galicia

La «oficina» de la droga estaba en Lestrobe.

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De los nueve acusados, solo uno declaró porque aceptaron un acuerdo con el fiscal.

En Padrón, los narcos iban a «la oficina». Al menos el grupo juzgado esta semana por formar parte de una organización dedicada a la venta al por menor de heroína, cocaína y cannabis. De los nueve acusados, ocho no llegaron ni a declarar en la vista oral. Aceptaron un acuerdo con el fiscal a cambio de rebajar las penas que les pedían. Entre ellos, el jefe, Fernando Baleirón Abuín, y su lugarteniente, Secundino Osorio Tarrío, que tendrán que ingresar en prisión dado que han aceptado condenas de seis y cinco años, respectivamente.

«La oficina» era la casa que el cabecilla del grupo de narcotraficantes había alquilado en Lestrobe (Dodro) para utilizarla como centro de operaciones. El inmueble, situado en la carretera de Rianxo, era frecuentado por toxicómanos que acudían a comprar sus dosis y que muy frecuentemente fumaban o se inyectaban allí mismo.

En las numerosas conversaciones telefónicas interceptadas por la Guardia Civil durante los largos meses de investigación son constantes las referencias a la casa como si de un lugar normal, y legal, de trabajo se tratase. El jefe, Baleirón, llamaba a sus colaboradores y les preguntaba «¿estás en la oficina?» o les advertía de que tal o cual cliente «iban a pasar por la oficina» y les pedía que les atendiesen debidamente con palabras en clave como «del color» para la heroína.

Aquella «oficina» de la droga de la comarca de Padrón fue por tanto vigilada día y noche por los agentes y se documentó cada movimiento de los narcotraficantes. La Guardia Civil supo así que, en un momento dado, el grupo sufrió un robo. Alguien aprovechó que el inmueble se quedaba vacío por las noches para entrar y llevarse la mercancía que tenían allí almacenada. Ese fue el momento en el que Fernando Baleirón decidió cambiar el modus operandi de la organización y dejar en «la oficina» un retén que la vigilase 24 horas al día.

Todos menos uno de los colaboradores del grupo han aceptado su participación en los hechos y condenas de entre tres y tres años y medio de prisión. No las cumplirán, de momento, porque el acuerdo con el fiscal incluye una suspensión por tres años de la condena siempre y cuando se sometan a un tratamiento de desintoxicación con controles periódicos cada seis meses que demuestren que ya no consumen estupefacientes. No en vano, todos eran toxicómanos, un factor que ha sido tenido en cuenta como atenuante a la hora de juzgarlos porque se considera que cometieron los delitos para, en parte, sufragarse las dosis que necesitaban.

En la estructura que la banda montó en Padrón, además de «la oficina», también utilizaban para sus ventas, aunque en menor medida, el piso en el que vivía Fernando Baleirón con su novia -también condenada- en la capital del Sar. Su lugarteniente, Secundino Osorio, hermano de su pareja, también vivía allí con ellos. El tercer lado del triángulo era un bar situado en la plaza de Camilo José Cela, el A Lareira, en el que estaba al frente otra de las acusadas que ha aceptado los hechos a cambio de una reducción de la condena.

Venta a pequeña escala
El grupo contaba además con un numeroso parque de automóviles que utilizaban para ir y venir de «la oficina» con la droga. Se abastecían con dos intermediarios de Vilagarcía que también han aceptado los hechos y han sido condenados.

El de Baleirón era un grupo de venta de droga a pequeña escala pero muy bien organizado. De hecho, él llevaba una libreta con la contabilidad día a día tanto de las compras de droga a sus proveedores como de las ventas que hacía. Papelina a papelina, gramo a gramo, todo quedaba allí registrado. Tanto control le hizo llevar bien el negocio, pero también aportó a la Guardia Civil muchas e irrefutables pruebas.

La casa de Lestrobe ya no es «la oficina» de la droga. Tras el desmantelamiento de la banda el inmueble ya no es el epicentro del menudeo de estupefacientes en la zona de Padrón. No hace mucho hasta allí acudían a diario toxicómanos de la comarca e incluso de Santiago.

Gramo a gramo, el jefe de la banda registraba en su libreta todas las ventas que hacía.

La Voz de Galicia

Un grupo narco de Padrón acepta penas de entre 3 y 6 años de cárcel.

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Ocho de los nueve acusados pactaron con el fiscal para rebajar su condena.

Un grupo dedicado al tráfico de drogas en Padrón, Dodro y Rianxo ha aceptado condenas que van de los tres a los seis años de cárcel a cambio de que el fiscal aceptase rebajar las penas que solicitaba antes del juicio, celebrado ayer en la sección compostelana de la Audiencia Provincial.

En total eran nueve los acusados y el acuerdo con el ministerio público afecta a ocho de ellos. El noveno, Servando Vidal Herbón, que está actualmente en prisión provisional, no se ha podido beneficiar del pacto con el fiscal y será juzgado hoy.

Las penas más severas han recaído en los dos acusados que estaban considerados como los cabecillas de la organización. Se trata de Fernando Balerón Abuín y Secundino Osorio Tarrío. El primero ha aceptado seis años de cárcel y el segundo cinco años y un día. Además, cada uno de ellos tendrá que abonar una multa de 4.000 euros.

Entre los otros seis acusados que han reconocido los hechos de los que les hacían responsables están tres colaboradores de los cabecillas, María Mercedes Osorio Tarrío, Manuel García García y María Mercedes Tarrío Castroagudín. Las dos mujeres han sido condenadas a tres años de cárcel, mientras que el hombre a tres años y medio. Los otros tres eran proveedores de droga al grupo. Ángel Manuel Irajo Redondo y Alberto Mato López, que han aceptado tres años, suministraban a los cabecillas de cocaína, mientras que Manuel Eladio Rodríguez García, cuya condena es por tres años y medio, también les vendía coca, así como hachís.

Además de las penas de cárcel, los tres colaboradores y los tres proveedores tendrán que abonar multas de mil euros cada uno de ellos, que podrán cambiar por treinta días de trabajos para la comunidad.

Los hechos

El texto que los ocho acusados han aceptado como probado explica que desde mediados de julio del 2013 y hasta que en noviembre de ese año fueron detenidos, todos se dedicaron «con ánimo de lucro y a sabiendas del grave daño que causaban a la salud de los consumidores» al tráfico de estupefacientes.

Así, Fernando Balerón y Secundino Osorio, «de forma concertada -recoge la sentencia- se dedicaron a gestionar la venta directa de sustancias estupefacientes como cocaína, heroína y cannabis», así como metadona y otras sustancias relajantes.

Para llevar a cabo la venta utilizaban principalmente una casa que Fernando Balerón había alquilado en la carretera de Rianxo, en Lestrove (Dodro), «a la que diariamente acudían personas previo contacto telefónico» con los dos cabecillas del grupo para comprar drogas que o consumían en su interior o en los alrededores.

En menor medida, Balerón y Osorio también utilizaban el piso en el que vivían en la avenida de Rianxo de Padrón para vender estupefacientes, así como el bar A Lareira, situado en la plaza Camilo José Cela de la capital del Sar. Una de las colaboradoras de los cabecillas, Mercedes Osorio, también participaba ocasionalmente en las operaciones y compartía piso con ambos en Padrón.

Cuando fueron detenidos en noviembre del 2013, a todos los acusados se les intervinieron, entre otros efectos, distintas cantidades de drogas, en su mayoría pequeñas, que sí fueron significativas en el caso de Fernando Balerón, que fue sorprendido en su coche con 54 gramos de heroína, 22 gramos de cocaína y cerca de 130 comprimidos de metadona, con un valor de 4.000 euros. También llevaba joyas y dinero en efectivo, así como tres teléfonos móviles.

Objetos robados

En las detenciones también se recuperaron objetos que se ha demostrado fueron objeto de robos y que en ocasiones les fueron entregados a los acusados como pago por las sustancias que vendían, aunque no se ha podido determinar si conocían o no su procedencia ilícita.

Como consecuencia de su adicción a las drogas, las penas se suspenderán por tres años a Mercedes Osorio, Manuel García, Mercedes Tarrío, Alberto Mato, Ángel Irajo y Manuel Eladio Rodríguez a cambio de que se sometan a tratamientos de desintoxicación con controles periódicos cada seis meses.

La Voz de Galicia

Uno de los imputados de la Fundación Cela pide el sobreseimiento de la causa.

Uno de los cinco imputados por el Juzgado número dos de Padrón en la instrucción abierta por la denuncia de Fiscalía por presuntas irregularidades en la gestión económica de la Fundación Camilo José Cela, el que fuera secretario de la misma, José Luis Delso, solicitó el sobreseimiento de la causa. No obstante, la jueza María Salomé Martínez Bouzas se lo denegó con fecha 7 de septiembre y Delso, a su vez, recurrió esta decisión.

El recurso está pendiente de resolución por el mismo juzgado de Padrón, aunque la jueza que instruyó la causa está en otro destino en A Coruña. El Juzgado está ahora a cargo de un juez de adscripción territorial mientras no se resuelve el concurso para ocupar la plaza de forma definitiva, según informa el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.

José Luis Delso declaró en Padrón el 22 de julio, imputado por un presunto delito de malversación de fondos públicos, en relación con el despido del que fuera gerente de la fundación, Tomás Cavanna, por importe de 150.000 euros, pagados con fondos públicos. Por la misma causa también están imputados Dositeo Rodríguez, su hija Covadonga, Marina Castaño y Tomás Cavanna.

La Voz de Galicia

Detenido un vecino de Padrón por tráfico de drogas tras una persecución.

Un hombre de 33 años, vecino de Padrón, fue detenido el pasado jueves, 8 de octubre, por agentes de la policía nacional al ser interceptado en la entrada de la localidad de Milladoiro (Ames), cuando conducía a toda velocidad un coche de alta gama.

El detenido llevaba 107 gramos de cocaína, dos teléfonos móviles y 800 euros en efectivo. Fuentes policiales explicaron que agentes adscritos a la comisaria de Santiago tenían montado un dispositivo especial para controlar una zona calificada de punto negro de venta de sustancias estupefacientes y durante el control se percataron de la salida de un individuo sospechoso de tráfico de drogas. Durante el seguimiento policial, el hombre fue aumentando progresivamente la velocidad, presumiblemente para despistar a los agentes. En un primer momento consiguió su objetivo pero, poco después, volvieron a localizarlo adelantando a varios vehículos en línea continua y sin respetar los límites establecidos, lo que suponía un «riesgo para el resto de los conductores», según fuentes policiales. Ante esta situación, los agentes interceptaron el coche en plena calzada a la entrada de Milladoiro, lo que evitó el peligro de accidente de tráfico.

Al verse acorralado, el sospechoso salió del coche e intentó emprender la fuga a pie, pero los agentes le persiguieron y pudieron detenerlo. El individuo fue conducido a las dependencias policiales, donde se instruyeron diligencias, y posteriormente fue puesto a disposición del juzgado de guardia. En el expediente del detenido consta un antecedente delictivo.

La Voz de Galicia

Veinte años desde el último día de alta laboral de la antigua Picusa.

La empresa padronesa cerró en 1995 dejando en la calle a 400 trabajadores.

El pasado 31 de julio se cumplieron veinte años desde el último día de alta laboral de la vieja empresa de pieles y curtidos Picusa de Padrón, después de que esta entrara en suspensión de pagos un año antes, en abril de 1994. Ese último día de alta laboral, los cerca de 400 trabajadores que tenía entonces la firma cobraron 25.000 pesetas cada uno (150 euros), procedentes de la venta de la chatarra, autorizada por el juzgado de Vic, en Barcelona, que se hacía cargo de la gestión de Picusa, tal y como recuerda hoy el que entonces era el presidente del comité de empresa, Xosé García Lapido.

Hacía un año, aproximadamente, que la fábrica de A Matanza «xa non producía apenas nada». La suspensión de pagos cogió de «sorpresa» a los empleados, según recuerda García Lapido, ya que unos meses antes hubo un repunte importante de la producción, con la creación de nuevos empleos y con una «carteira de pedidos moi grande en facturación», dice.

Pero, de un día para otro, los trabajadores se enteraron por la prensa de la suspensión de pagos y de la absorción por parte de Picusa de otra empresa del sector mucho más grande, la catalana Tipel, lo que para García Lapido «foi a ruina de Picusa» que, «antes dun ano deu en quebra». Desde 1994 a 1996, año en el que comenzaron las negociaciones para que el actual titular de la firma, el Grupo Cortizo, se hiciera cargo de la misma, Padrón vivió una época convulsa, «con manifestacións diarias, cortes de tráfico» y otras acciones de protesta para reclamar que la fábrica peletera retomara la actividad.

En esos años hubo un intento entre los trabajadores de crear una cooperativa, que no prosperó, y hubo una renuncia por parte de los mismos a recibir dinero por bienes de la empresa, a cambio de que esta volviera a trabajar. Para Xosé García Lapido, eso fue, precisamente, lo que propició un acuerdo con el nuevo empresario. «Sen esa renuncia, ninguén collería Picusa», dice. En 1996, en una reunión sindical saltó la idea de que un próspero empresario de la comarca, José Manuel Cortizo, se hiciera cargo de la fábrica, al tiempo que el entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, también ya había pensado en él, según recuerda Lapido. Y así fue, tras varios meses de negociación, en 1997 la empresa retoma la actividad con su nuevo titular y hasta hoy, cuando su producción es internacional.

Motor del empleo
García Lapido tiene claro que «se Cortizo non colle Picusa, estaría pechada», algo que el concello nunca se pudo permitir, añade. «Padrón sen Picusa non era Padrón» porque entonces, añade, la fábrica era «o motor do emprego en Padrón; houbo un antes e un despois do peche da empresa xa que os comerciantes dicían que notaban cando os traballadores de Picusa cobraban», recuerda Lapido.

Y lo que también tiene muy claro veinte años después es que «volveríamos a facer as cousas exactamente igual», en alusión al trabajo del comité de empresa y a las decisiones adoptadas en asambleas. «Os que lle auguraban catro días a nova Picusa, que saiban que leva case vinte anos e non so a fábrica, senón todo o polígono con empresas e non pechou un restaurante, ao contrario, aínda abriu un novo, o que indica que hai actividade».

La Voz de Galicia