«Estas accións deterioran a imaxe das nosas rúas e poden causar molestias á veciñanza», advierte
«Vense observando ultimamente que algúns veciños están a deixar indiscriminadamente todo tipo de restos de materiais domésticos a carón dos colectores de recollida de lixo (colchóns, mobles ou aparatos eléctricos, entre outros), dando unha penosa imaxe do noso pobo». Así comienza la nota informativa difundida por el Concello de Padrón, que detectó en las dos últimas semanas un volumen grande de enseres voluminosos abandonados en puntos no autorizados, tanto en el casco urbano como en el rural.
«Estas accións deterioran a imaxe das nosas rúas e poden causar molestias á veciñanza», aseguran fuentes municipales, que informan de que «existen alternativas gratuítas e sinxelas para desfacerse deste tipo de obxectos», en alusión al punto limpio y al servicio de recogida de enseres voluminosos.
La concejala de Medio Ambiente y Limpieza Viaria, Ana Castro, quiere denunciar estos hechos públicamente para que los autores «se sintan identificados», e incluso avergonzados, y no vuelvan a reincidir. «Sempre aparece algo abandonado, pero o destas últimas semanas foi unha loucura», señala Ana Castro, quien añade que desde el Concello «somos persistentes e seguiremos denunciando publicamente este tipo de feitos», además de haber control por parte de la Policía Local.
Asimismo, la edila añade que el Concello seguirá informando de los servicios que dispone para que se cambien malos hábitos y no se repita el abandono de enseres. Así, habla de que hay un servicio de recogida de enseres voluminosos, que hay que solicitar con antelación de lunes a viernes, en los teléfonos habilitados. A mayores está, recuerda Ana Castro, el punto limpio ubicado en el lugar de A Escravitude. Con respecto a este último servicio, el Concello acaba de ejecutar una mejora importante, con una inversión de 45.000 euros y que incluyó la creación de un almacén para los restos de aparatos eléctricos y electrónicos; la mejora e impermeabilización del foso de residuos peligrosos; la instalación de una báscula, cartelería y la mejora de la seguridad del recinto, con la instalación de un nuevo cierre y de un sistema de videovigilancia.
A mayores, procedió a la renovación de los contenedores de residuos del punto limpio, con un presupuesto de más de 42.000 euros. Desde el Ayuntamiento, destacan que es la primera mejora que se realiza en el recinto desde su creación hace veinte años, por lo que animan a la ciudadanía a hacer uso de este servicio y también del de recogida de enseres voluminosos, previo aviso.
«Se todos colaboramos, teremos un Padrón máis limpo e ordenado. Non abandones residuos», piden una vez más desde el Concello.
La empresa tenía invitadas a unas tres mil personas entre empleados y familiares
Antes de parar la actividad por vacaciones, la empresa Cortizo celebró el jueves la fiesta de Navidad que organiza para sus trabajadores y familiares, en una carpa instalada para tal fin en una explanada de las instalaciones de Padrón. La firma tenía invitadas a unas 3.000 personas, entre empleados y sus familiares. Además de la visita de Papá Noel con regalos para los más pequeños, la empresa de la familia Cortizo aprovechó la fiesta para homenajear a los trabajadores jubilados. La cita de Navidad, que se celebró de doce de la mañana a seis de la tarde, incluyó animación musical y «moito espírito de Nadal», señalan desde la firma.
El director de la oenegé, Carlos Echanove, destacó que esas personas llegan «estresadas por trabajar», para poder enviar dinero a sus familias y pagar la deuda que contrajeron para escapar de su país de origen
Padrón entra en el sistema de acogida de protección internacional del Gobierno español al menos durante un año, que es la duración del contrato con el albergue de la parroquia de Cruces elegido para centro humanitario. Así lo confirmó ayer el titular del establecimiento, al que el martes por la tarde llegó un grupo de 65 jóvenes migrantes solicitantes de protección internacional, en su mayoría procedentes de Mali.
El personal del albergue se ocupa de la organización de las comidas, limpieza y pernocta, pero la gestión del centro está asignada a la oenegé Rescate España, que en la tarde del martes celebró una charla abierta en el centro social de Queiruga para informar desde cuestiones generales, como la solicitud de protección internacional o el sistema de acogida, a otras más concretas sobre el grupo de migrantes que acaba de llegar a Padrón.
El director de la oenegé, Carlos Echanove, destacó que esas personas llegan «estresadas por trabajar», para poder enviar dinero a sus familias y pagar la deuda que contrajeron para escapar de su país de origen, que puede oscilar entre los 6.000 y 10.000 euros.
También incidió en que son personas que están en España de forma legal, con Número de Identidad de Extranjero (NIE). Llevan en el país entre dos y cuatro meses, desde su llegada a Canarias y tras pasar por Madrid, Mérida o Cartagena. En Galicia, lo primero será un reconocimiento médico por parte del Sergas, además de su empadronamiento por parte de los Concellos, en este caso el de Padrón, y el aprendizaje del idioma español, para poder comunicarse con ellos, saber sus competencias y formarlos de cara a su integración laboral.
Campo para jugar a fútbol
El representante de la oenegé insistió en que los jóvenes migrantes están deseando trabajar pero, mientras no pueden hacerlo y se forman, también están deseando jugar un poco al fútbol. Para ello, el Concello de Padrón adecentó ayer una finca situada en el exterior del recinto que puedan usarla como campo. Aunque su acogida en Padrón es al margen del Ayuntamiento, el alcalde padronés, Anxo Arca, ofreció a la oenegé Rescate toda la colaboración para facilitar la integración de los migrantes, algo que también pide a los vecinos que hagan, para darles la misma oportunidad que en el pasado tuvieron muchos gallegos que emigraron, según recuerda el regidor. Precisamente, el director de Rescate España expresó su alegría por la «extraordinaria acogida» que están teniendo las personas migrantes en Galicia, quizás por ser tierra de emigrantes, dice Carlos Echanove.
Al margen de la acogida institucional, varias vecinas de la parroquia de Cruces presentes en la charla desearon que «oxalá estean a gusto aquí e decidan quedarse porque necesitamos xente», en alusión a la pérdida de población y a que las aldeas están quedando vacías.
Los propietarios de Fogar Italiano denuncian una escalada de actos de «odio» con su negocio como objetivo
Dulce como sus piadinas y ligeramente amargo como un trago de Spritz. Así está siendo la experiencia empresarial de Cristina Dopazo y Giuseppe Pileri, una gallega y un siciliano que en el 2016 montaron una exitosa pizzería en el centro de Padrón, Fogar Italiano. Exitosa, sí, porque en el pueblo se sienten queridos por su comida y por su profesionalidad, y reconocidos por una clientela fiel a la que han tratado de mantener ajena al calvario que están sufriendo en los últimos meses.
Por coincidencia cronológica es difícil desligar todo lo que les está ocurriendo de una decisión familiar como fue adquirir la casa que está a unos metros de su actual local alquilado, en el número 8 de la calle Ferreiros, con el objetivo de trasladar allí el negocio y su vivienda. Precisamente en este inmueble se produjeron los hechos que han colmado la paciencia de la pareja y de sus trabajadores, ya que para celebrar y promocionar la nueva sede, que se encuentra en obras, habían colocado una bandera italiana en lo alto del andamio, un homenaje a la enseña que se repite en cualquier restaurante italiano del mundo. Este fin de semana alguien se preocupó de trepar, arrancarla y quemarla. Para Cristina Dopazo, esa acción vandálica con tintes «xenófobos» ha supuesto traspasar un límite, «porque xa dá bastante medo e non podemos máis. Que é o seguinte, que queimen a casa?».
Destrozos y toldos rajados
En el Concello de Padrón y en la Guardia Civil son conocedores de este hecho que no pasaría de gamberrada anecdótica si no fuera el último de una serie de «actos vandálicos contra nós», dice convencida la propietaria. El listado, que también manejan las autoridades, es largo: que aparezcan orines por las mesas y sillas de la terraza es habitual; en una ocasión todas las macetas del exterior quedaron destrozadas; en otra, los toldos rajados; vasos estrellados contra la fachada, colillas esparcidas con toda la intención… Un goteo de situaciones que denotan «odio», dice Dopazo, que no cree que ningún otro negocio o familia del entorno esté sufriendo como ellos.
Tras relatar emocionada lo que han aguantado en los últimos meses, coge fuerzas para ofrecer su interpretación: «É evidente que molestamos a alguén, porque isto non é normal». Giuseppe, su marido, toma la palabra para explicar que están satisfechos con la marcha de un negocio que han montado con mucho esfuerzo «porque non nacín rico, veño dunha familia siciliana pobre e traballadora», dice con un meritorio gallego. Y no comprende este ensañamiento que, insiste, ha coincidido con la reforma de la nueva propiedad, que mantiene la calle vallada y con las incomodidades en la vía pública propias de estas actuaciones. Pero lanzan una advertencia: «Imos ampliar o negocio. Encántanos facer pizza e temos moitísima ilusión, pero queremos que todo isto que ocorre en Padrón se saiba», concluye Cristina con rabia.
El auditorio acogió batallas de gallos, en un evento benéfico a favor de Cáritas
Villancicos, música de banda y rap y freestyle. Todo ello tiene cabida en la Navidad de Padrón, donde Papá Noel es rapero. Bajo ese título, el auditorio de la capital del Sar acogió en la tarde del domingo un evento de batallas de gallos (enfrentamiento verbal rimado entre dos o más personas), organizado por OSonDoSar en colaboración con el Concello y con fines benéficos a favor de Cáritas Padrón, de modo que la entrada era un juguete en buen estado. Así, tras el concierto de Navidad del sábado de la Banda de Música Municipal de Padrón y antes del de villancicos del día 21 de la corales, en el auditorio sonó el estilo freestyle rap a golpes de batallas de gallos que, como bien las definió uno de los promotores del evento, José Ángel Llerena, con nombre artístico Aligator, «son regueifas modernas en castellano».
Así, concursaron 21 jóvenes de entre 15 y 32 años llegados desde distintos puntos de Galicia, como Vigo, Cambados, Meis, Ribeira, Lugo o Ferrol, además de varios padroneses. Tres de estos últimos formaron parte, además, del jurado, junto con Noa Vigo de Santiago y Romero de Ferrol. La primera también deleitó a los asistentes con una actuación al finalizar las batallas de gallos. Y, antes de empezar el evento, actuó el prometedor grupo local de rock Fivestarservice.
El ganador de las batallas de gallos fue JotaM, de Lugo; en segundo lugar quedó Nukalis, de Meis y, en tercero, Seo, de Ferrol. Como premio recibieron un pequeño trofeo realizado en impresora 3D.
«Este evento demuestra que el rock y el rap pueden coexistir sin que pase nada», dijo nada más acabar la actuación de Fivestarservice José Ángel Llerena que, junto con Diego Resúa (Resu), está detrás de OSonDoSar, que se dedica a la organización de citas de rap y hip-hop. La del domingo era la cuarta que organizaba este año en Padrón, después de la de Pascua, la de las fiestas del Santiaguiño do Monte y una en agosto en el Campo de A Barca. «En la zona de Padrón hay mucho talento y quería facilitar la organización de este tipo de eventos en casa ya que, para competir, yo tuve que irme fuera», explica el promotor, quien precisa que las batallas de gallos son «como una obra de teatro en las que puedes insultar, pero todo lo que se dice en el escenario, queda en el escenario».
Con esta actividad, el Concello de Padrón quiere que la programación de Navidad llegue también a los jóvenes, de manera que el programa sea, realmente, para todos los públicos, sin contar el carácter solidario de la cita, según explica la concejala de Festexos, Chus Campos, quien también siguió las batallas de gallos.
La juventud tiene otra cita destacada en Padrón con la fiesta de fin de año que organiza la asociación Open Air, además de la carrera solidaria de San Silvestre que se celebrará ese día por la tarde, a favor de Cáritas Padrón y en la que la inscripción es un kilogramo de comida no perecedera.
Vienen desde Mali, Senegal o Gambia buscando un futuro mejor y huyendo de una realidad amenazante; preguntamos a uno de ellos por qué ha dejado su país y su respuesta, traducida por un compañero, estremece: «Él solo dice esclavo»
La mujer sonríe. Sin detener su tranquilo paseo, da un «bos días» amigable tras el que reprime su curiosidad: a las puertas de un hotel de Valga, varios grupos de hombres de piel negra conversan y llenan la mañana de ecos exóticos. Ellos forman parte del grupo de 118 refugiados que llegaron el lunes por la tarde a esta pequeña localidad pontevedresa donde se ha establecido un centro de acogida de refugiados al que aún están por arribar 55 personas más. Allende Palomo, de la oenegé Rescate, explica que tanto los solicitantes de asilo como el equipo que los va a acompañar durante su estancia en Valga están aún aterrizando: hay mucho trabajo por delante para poder ofrecer a estos hombres no solo cama y comida, sino también las herramientas básicas para que puedan construir su vida entre nosotros: clases de español, cursos de formación que les permitan encontrar trabajo, e incluso actividades con las que llenar las horas libres. «Les encanta el fútbol; nos han comentado en el Concello que aquí cerca tienen un campo» comenta Palomo, que confía en encontrar en Valga ese pueblo acogedor y amable que retrata su alcalde, el popular José María Bello Maneiro.
Aunque todos llevan ya unos meses en España —primero en Canarias, luego repartidos entre Alcalá de Henares y Mérida— la mayor parte de los subsaharianos que han arribado a Valga apenas saben hablar español. Nouma se defiende con cierta soltura: tiene tantas ganas de hacerse entender que rebusca en su cerebro las palabras que necesita para explicarse. Cuenta que es de Gambia. Dejó su país hace dos años, cuando su padre lo echó de casa. Buscó cobijo primero en Mauritania y luego se echó al mar. Pasó cinco días en un cayuco, con 56 personas más, antes de arribar a Canarias. Él tiene claro lo que espera encontrar aquí: refugio y futuro. «Quiero estudiar español y aprender para ser mecánico o soldador», dice esforzándose por pronunciar bien cada palabra.
Convertido en intérprete, Nouma ayuda a otros a contar sus historias. Su amigo Bamba, un senegalés de 22 años, lleva cuatro meses en España. Huyó de su país temiendo por su vida y no tiene ganas de hablar de ese asunto. «No puede decir más ahora», resume Nouma.
Tampoco Mamadou tiene ganas de hablar del pasado. Tiene 30 años, es de Mali, y se aferra al silencio: «Quiere aprender y trabajar», nos traduce otro de sus compañeros. ¿Por qué dejó Mali? «Él solo dice esclavo». Y entonces se nos viene a la cabeza la advertencia de Allende Palomo: «Son muy jóvenes, pero muchos de ellos, los que vienen de Mali por ejemplo, huyen de situaciones que eran prácticamente de esclavitud, así que, sí, la mayoría han trabajado mucho». No es de extrañar, por tanto, que sea tan importante que en el centro se preste ayuda psicológica para ayudar a curar heridas que parecen ser muy profundas.
Junto a la triste mirada de Mamadou aparecen los ojos esperanzados y curiosos de Djiby. Es un senegalés de 28 años que estudió francés en la escuela y que ha descubierto que «el francés y el español se parecen». Así que nos explica que tuvo que dejar su país porque «no podía vivir allí». Nunca había visto el mar, pero no dudó en subirse en un cayuco en el que pasó siete días y mucho frío. Todo, por conseguir alcanzar Europa y tener la posibilidad de «estudiar y trabajar aquí, y mandar dinero a mi familia». Djiby contesta preguntas, pero también las hace. «¿Aquí hay más gente negra?», chapurrea. Y se lleva una alegría al escuchar que en Cambados, a unos kilómetros, hay senegaleses trabajando en el mar. Se lo cuenta, rápidamente a uno de sus compañeros. «¿El mar está muy lejos?», vuelve a preguntar luego, y mira con ansia en la dirección que le indicamos: la de la ría de Arousa.
Siguen las preguntas, que llegan de Djiby y de otros jóvenes que se han ido acercando. En sus mochilas, junto a experiencias de una dureza que solo podemos imaginar, traen recuerdos de sus países, de sus familias. Paisajes distintos a los nuestros, sabores diferentes, diferentes músicas y tradiciones… Muchos tienen ganas de compartir todas esas cosas buenas que vienen con ellos de África, empezando por un sinfín de lenguas que convierten Valga en una pequeña Torre de Babel en la que, al fin y al cabo, todos se entienden porque todos tienen ganas de entenderse.
Pronto comenzarán las clases de español y el trabajo de las 19 personas que forman el equipo de acompañamiento de los refugiados. Explica Allende Palomo que estos pueden empezar a trabajar después de seis meses en España, y confía en que el centro de acogida de Valga logre encontrar ocupación a al menos una parte de sus ocupantes. «En Galicia es relativamente fácil encontrar trabajo para ellos», cuenta, y relata la historia de una carnicera de Santiago que ofreció empleo a dos de los residentes en el Monte do Gozo. «Aquí, al ser una zona rural, contamos con que haya trabajo» para unas personas que, a la espera de recibir formación, llegan a España como mucho con «estudios primarios; puede haber alguno que tenga algo más». Durante su estancia en el centro de acogida, en el que permanecerán mientras no se van resolviendo sus solicitudes de asilo, recibirán formación en oficios como albañilería, carpintería, manejo de carretilla… Cada uno de ellos es una oportunidad de futuro para unos jóvenes cargados de esperanza.