Pontecesures libre de COVID.

Con la Semana Santa a la vuelta de la esquina, este primer Domingo de Ramos se presenta libre de COVID en un total de catorce de los 49 ayuntamientos que integran el área sanitaria de Santiago: Carnota, Outes, Tordoia, Toques, Santiso, Boqueixón, Brión, Lousame, Noia, A Pobra, Padrón, Dodro, Valga y Pontecesures. Eso supone que un 28,57% de los municipios de nuestro entorno más cercano son zonas 100% seguras y sin contagios para disfrutar de estas fiestas.

El Correo Gallego

La poda de los árboles del Espolón de Padrón deja ver el mal estado de algunos.

La poda de los árboles plataneros del Paseo del Espolón hace más visible el aparente mal estado de varios ejemplares. En algún caso, ese estado era irreversible y el Concello optó por cortar el ejemplar por el tronco. La poda, realizada semanas atrás, se suma a la corta de ramas podridas o muertas realizada el año pasado, después de que en una misma semana se desprendiesen dos ramas de otros tantos árboles.

Tras la poda de este año, el grupo socialista de Padrón advierte de que los «cortes non poden quedar así; hai que darlle un produto para que non entren enfermidades nas árbores», señala el portavoz Camilo Forján. Este añade que, de quedar los cortes así, «hai risco de que aumenten os danos nas árbores» que, en algún caso, considera que «xa non teñen remedio» y muestra de ello es la tala de un ejemplar.

Por ello, el portavoz del PSOE de Padrón insiste en que los plataneros «necesitan un tratamento cada vez que se podan; facer algo máis que cortar as ramas e tiralas», dice. Este grupo es consciente de que es una medida «costosa, pero máis o é deixalos morrer». En este sentido, Camilo Forján también señala que hay ejemplares que «claramente van morrer, pero haberá que buscar algún sistema de reposición e non facer como pasou no Souto, que se cortaron un bo número deles e non houbo reposición».

Sobre el mal estado de los árboles, además de la edad (son centenarios), Forján habla de los daños causados por las «podas agresivas» de los mismos, a menudo para descargarlos del peso de las ramas, pero también del golpe que le infringían los vehículos grandes cuando circulaban por la avenida de Castelao, en el caso de aquellos plantados en este lateral de la vía urbana.

Desde el Concello no se pronuncian sobre el tema, pero tenían previsto realizar una memoria fotográfica de los plataneros para remitírsela a la Xunta y a la Estación do Areeiro para solicitar la opinión de los expertos.

La Voz de Galicia

«¡Que nos levanten este arresto!», grito unánime en Pontecesures.

Resignación y desánimo por el cierre de Pontecesures.

«La mayor parte de los contagiados viven en otras localidades aunque estén censados en el pueblo», razonan.

Yoselin Beltré sella boletos de lotería en el bar Carabela.

Los vecinos de Pontecesures no dan crédito al cierre perimetral impuesto por el comité clínico, incluso podría decirse que están indignados porque bastan cinco positivos para que la situación perdure en el tiempo. En estos momentos son ocho los enfermos de COVID pero, afirman, «aunque figuran en el censo municipal, casi ninguno vive aquí, sino en Santiago, en Padrón..»

Todos se conocen en la localidad, incluso a los dos contagiados que residen «en una aldea limítrofe con A Estrada», es decir a varios kilómetros del núcleo urbano. Pero el pueblo amanecía desierto y así se mantuvo durante casi todo el día dibujado por persianas bajadas, terrazas recogidas y muchos avisos de restaurantes de que se sirven cafés o comida a domicilio.

Es su salvaconducto económico. En el mercado de abastos, el ambiente fue casi nulo durante toda la mañana y al mediodía el puesto de Maricarmen Batalla mostraba cajas llenas de pescadilla, chopo, doradas y rapantes de la lonja de Ribeira.

«Desde que abrimos calculo que habrán entrado en la plaza unas 10 o 15 personas y, por tanto, apenas vendí nada y todo lo que hay aquí hay que tirarlo si no se vende este fin de semana» lamentaba la conocida pescantina cesureña, una de las más afamadas cocineras de lamprea de la localidad.

Sobre su mostrador estima que hay producto por importe de 800 o 900 € «que arriesgamos cada fin de semana si no se vende» pues son productos rápidamente perecederos.

La acompañaban en el pasillo del mercado sus dos hijos que también lamentaban que Ponteceusures se encuentre en esta situación de cierre, sobre todo por la proximidad de las fiestas de San José y San Lázaro, la época que tendría que ser de mayor movimiento del trimestre por la afamada lamprea cuya exaltación se celebraba en este mes.

Una preocupación que se extiende también a otros locales de hostelería, cuyos propietarios se resignan a «vender un par de sabrosas piezas cocinadas» para familias que quieran degustarla en sus casas.

Es el caso de Yoselín Beltré, responsable del bar «Carabela», uno de los más antiguos del pueblo y que antes regentaban sus suegros. «Tengo abierto porque sellamos lotería y de paso, intento vender unos cafés para llevar o alguna comida para casa», relata con cierto pesimismo.

«Ya llevamos un año al límite y tengo dos hijos a los que hay que alimentar por lo que no queda otro remedio que buscar algún ingreso», razona a la vez que reconoce que si antes vendía 40 o 50 cafés por la mañana, ahora son cinco o seis, por lo que sus ingresos se han reducido a la mínima expresión.

Una preocupación que también se observa en otros ambientes desvinculados de la hostelería. «En los bares no tienen la culpa, porque las medidas higiénicas son máximas» explicaba uno de los operarios de la empresa «Prace» de Tomiño que participa en la mejora de la enorme plaza que se rehabilita frente al Ulla.

Los cuatro empleados aprovecharon el descanso de mediodía para comer el menú que le cocinaron en un restaurante próximo pero que tuvieron que consumir en la vía pública pues los comedores están cerrados.

«Desde que empezó la obra siempre recurrimos a los bares de Pontecesures porque es un sector que lo está pasando muy mal», sostienen al unísono.

Confían todos los consultados en que el cierre. «se prolongue lo mínimo posible» y piden al alcalde, Vidal Seage, que sea más exigente con las autoridades «para que esta situación no se convierta en una rutina».

«Esto es una ruína absoluta» , lamenta Carmen Batalla en su puesto de la pequeña plaza de abastos y que admite que se las ingenia para salir adelante día a día.

«Ahora vendemos lamprea a domicilio y la llevamos cocinada a donde sea, a Noia, a Santiago…» porque sino tendría que acabar de nuevo en el Ulla. Un lujo que los buenos clientes con seguridad nunca van a permitir.

Faro de Vigo.

«El timbal de lamprea es muy de Padrón y hay que conservarlo».

La vecina Guapecha Castaño es de las pocas personas que aún elabora la típica empanada de forma totalmente artesanal.

La lamprea es la protagonista estos días de los menús de la hostelería de Padrón, pero también lo es en el ámbito privado en el que hay grandes cocineras como la vecina Guapecha Castaño Solar, de 63 años. Es de las pocas personas que aún elabora de forma artesanal el timbal de lamprea, una empanada muy típica de Padrón. Su buen hacer ya fue reconocido por un jurado, con motivo de un concurso organizado por el Concello, en el que obtuvo el primer premio.

«Yo ya hacía la empanada de lamprea con mi madre; era a la única que quería en la cocina», cuenta Guapecha Castaño que, cada temporada, hace un buen número de timbales para la familia y amigos, siempre de forma desinteresada. «El timbal es muy típico de Padrón y ya lo hace muy poca gente de forma artesanal», subraya. Ello supone hacer todo a mano, incluida la masa, que suele ser más consistente de la normal para que aguante la salsa de la lamprea, que «se prepara en su sangre. Esa es la esencia de la lamprea: cocinada en su sangre», explica Guapecha Castaño. Ella cocina la masa y la lamprea al mismo tiempo, aunque explica que hay quien lo hace por separado.

«Hay que tener mano para hacerla y que salga tan bien; Guapecha es única haciendo el timbal», asegura su hermano Gonzalo. Todo empieza con la limpieza de la lamprea, que no es tarea fácil, pero a Guapecha hasta le gusta hacerlo, al modo que lo hacía su madre. A ella, además, le gustan, especialmente, los ejemplares capturados en el río Ulla en las pesqueiras de Carcacía.

Y para cocinar una buena lamprea hay algo básico, asegura la vecina: «cuanta más sangre suelte, mejor, porque es fundamental para hacer una buena salsa». Y para el timbal la clave está en que esa salsa, que se cocina en medio del pez casi enroscado, no se derrame y sea aguantada por la masa consistente. «No da mucho trabajo hacerla, o será que yo ya estoy acostumbrada que me sale casi sola», dice Guapecha, que también avisa: «como no espabilen para aprender, la receta se va conmigo», algo que corrobora su hermano. «A todos los Castaño nos gusta la lamprea, pero solo a ella se le da hacer el timbal», afirma Gonzalo.

Pese a prepararla tantas veces, a la cocinera no le aburre, pero dice que es un plato «de sabor muy fuerte, de comer dos o tres veces por temporada», algo que corrobora su hermano, que señala algo que es sabido de la lamprea: o te encanta o la detestas.

Guapecha Castaño reconoce que «solo tomo la que yo preparo, aunque sé que en los restaurante también se hace bien». También opina que, a este paso, la receta del timbal de lamprea se pierde y «sería una pena. Es bonito que la gente aprenda a hacerlo; hay que conservar el timbal de lamprea porque es muy de Padrón», señala la vecina.

La Voz de Galicia