La noche del jueves, el fuego prendió en
Pontecesures, cerca de la depuradora. Con el servicio de protección
civil de esta localidad desmantelado, para apagar ese fuego se encontró
solo el único agente de guardia del GES de Valga. Si durante las noches
del mes de abril se produjesen nuevos incidentes, de nuevos contaría el
servicio de emergencias supramunicipal de un único agente, según los
turnos de trabajo que se han establecido desde la alcaldía que ocupa
Bello Maneiro (PP). Esa situación deja desprotegidos a los vecinos y,
también, a los propios agentes. Así lo dijo ayer el PSOE, que en rueda
de prensa ha denunciado la crítica situación que atraviesa este cuerpo. A
su juicio, el conflicto, que será objeto de un pleno extraordinario el
próximo lunes, deriva de la concepción que el alcalde de Valga tiene del
servicio de emergencias: una brigada más que lo mismo sirve para
atender un accidente de tráfico que para desbrozar montes y desatascar
tuberías.
Esa forma de trabajar parece haber cansado a los
agentes, que llevan meses intentando negociar con el Concello varias
cosas. La primera, que se retomen los turnos de 24 horas, que permitían
organizar el servicio con mayor fluidez y garantizando siempre un mínimo
de profesionales de guardia. La segunda, que se fijen con claridad sus
competencias y funciones. Pero las negociaciones no solo no han
fructificado, sino que a estas alturas el Concello parece haber roto
relaciones con los trabajadores del GES, con los que «mantén un pulso».
Sin coordinación alguna
El problema, dice el PSOE, es que «Maneiro pensa no GES como nun grupo de traballadores para todo». Eso explicaría que el servicio haya actuado en contadas ocasiones fuera del término municipal de Valga, pese a cubrir Catoira, Pontecesures, Caldas y Portas. «Nunca funcionou como supramunicipal; sempre foi un xoguete nas mans do alcalde de Valga, que nunca convocou unha reunión de coordinación do servizo, e iso ten provocado problemas coas agrupacións de voluntarios doutros concellos», afirma el alcalde de Caldas, Juan Manuel Rey. La misma opinión manifestó el presidente de la agrupación de Protección Civil de Catoira, que también participó en el acto. Ambos recordaron que el GES es, en teoría, un servicio supramunicipal al que Valga optó de forma voluntaria, igual que otros concellos de la zona que mostraron interés por ser la sede del mismo. Pero el elegido fue Valga, que aporta 21.000 euros al mantenimiento del servicio -el resto es financiado por la Xunta y la Diputación-. «O negocio para Maneiro está claro: por eses cartos ten doce persoas traballando no que lle interesa a el», dijeron los socialistas, que recordaron, por boca de la valguesa María Ferreirós, que «Valga leva anos sen pedir a contratación de persoal nos plans da Deputación».
Los nacionalistas Manuel Fariña y Antonio Rodríguez Touceda visitaron la base del GES de Valga, para comprobar las «pésimas condiciones» en las que están trabajando los profesionales de emergencias.
En el encuentro mantenido con los profesionales, Fariña y Touceda comprobaron como la Xunta
ha convertido este servicio «en un auténtico reino de Taifas que deja a
los vecinos totalmente desprotegidos por capricho y voluntad del
alcalde del PP de Valga, como está aconteciendo en la actualidad».
Los
trabajadores del GES de Valga denunciaron el cambio en la gestión del
personal por parte del gobierno de Bello Maneiro, lo que provoca que por
las noches esté operativo un único trabajador del GES, lo que hace, a
juicio del BNG,
«completamente inviable que pueda acudir a una emergencia en solitario,
lo cual supone en la práctica el desmantelamiento del servicio».
Subraya
esta fuerza política, que el alcalde de Valga parece entender el GES
como «una cuadrilla de obras y mantenimiento municipal, empleando a sus
trabajadores para realizar tareas impropias de un grupo de emergencias
como son por ejemplo la poda de árboles, la recogida de voluminosos o
tareas de limpieza. Tareas que provocan que la atención a las
emergencias pierda eficacia».
También denuncia el BNG que a día de hoy el GES de Valga no cuenta con el material acomodado para realizar su trabajo.
La falta de personal en el Grupo de Emerxencias (GES) de Valga obliga
a reajustar turnos durante todo el mes. Así lo informa el Concello en
un bando municipal en el que recoge también los motivos por los que la
plantilla se ha visto reducida.
Así, según señalan desde el ejecutivo que preside el conservador José
María Bello Maneiro, tres integrantes del GES se encuentran de baja,
uno se acogió al permiso de paternidad, otro está de vacaciones, otro se
encuentra realizando un curso y cuatro cogieron días de asuntos
propios.
Por ello, el turno de mañana del 21 al 24 de marzo contará con un
solo miembro de GES; al igual que el de noche durante las dos últimas
semanas del mes. Lo cierto es que las bajas afectan a once trabajadores,
lo que supondría un alto porcentaje teniendo en cuenta que, al menos
según las cifras disponibles en 2017, la plantilla está compuesta por
trece miembros.
El GES de Valga realiza toda serie de intervenciones relacionadas con
la seguridad ciudadana y con la prevención, colaborando en accidentes o
llevando a cabo, por ejemplo, campañas informativas.
Apoyo político Sin embargo, este bando sale después de que desde el propio servicio denunciasen falta de efectivos y que la guardia nocturna las realizaba un solo operario. De estas quejas se hizo eco el BNG de Caldas, ya que se trata de un servicio comarca. “A mala xestión da Xunta do PP provoca que as veciñas de Caldas nos atopemos nunha situación de completa desprotección”, asegura el portavoz, Manuel Fariña. El nacionalista acusa a la administración autonómica de convertir la gestión de las emergencias “nun reino de Taifas” y señala que el servicio no puede depender “do capricho ou do pe co que se levanta o alcalde de Valga”.
Consternación, desconsuelo,
impotencia… Pero también rabia contenida y una sensación difícil de
explicar cuando dos familias se reúnen para dar el último adiós a dos de
sus seres queridos después de una muerte tan horrenda como inverosímil.
Así se vivió ayer el entierro de la valguesa María José Aboy Guimarey, de 43 años, y el de su esposo y presunto homicida, Javier Bello Ferreirós, de 46.
El
domingo la mujer, madre, esposa y joven valguesa perdió la vida cuando
su pareja, según todos los indicios, le disparó en el pecho con una
escopeta de caza antes de quitarse la vida descerrajándose un tiro en la
cara, con la misma arma.
Vivieron
juntos, tuvieron dos hijos juntos y se enterraron juntos, un nicho
encima del otro, en el panteón familiar, a nombre de José Bello Vázquez,
el padre del presunto autor del ataque machista.
Sus cuerpos llegaron al tanatorio de San Roque, en Bemil (Caldas),
en la tarde del lunes. Y allí permanecieron hasta que ayer se efectuó
el traslado de los restos mortales a la iglesia y el cementerio
parroquial de Carracedo, donde había nacido el esposo y presunto
homicida.
Tal y como figuraba en la esquela
compartida que anunciaba el entierro de María José y Javier, llegaron
vecinos, amigos y conocidos, además de representantes políticos, desde
diferentes puntos de Caldas, Valga y otras localidades.
Fueron
varios cientos de personas, quizás medio millar, las que despidieron a
este matrimonio en una lluviosa y fría tarde invernal marcada por los
silencios y los llantos, la tristeza y la incomprensión.
Por
momentos, lo que ayer sucedía en el atrio, la iglesia y el camposanto
era, simplemente, inenarrable. No es fácil afrontar una tragedia así, y
menos aún cuando, a pesar de lo sucedido, los dos protagonistas de este
trágico episodio son enterrados a la misma hora y en el mismo lugar, con
las familias de ambos compartiendo dolor y desesperación.
Se llevaban bien entre ellos, comían juntos con frecuencia, hacían fiestas y, en definitiva, eran «una familia normal; una familia que se quería», reflexionaban los vecinos.
Prueba
de ello es que el domingo, cuando se desencadenaron los terribles
acontecimientos, todos esperaban en el lugar de Bronllo -en la parroquia
valguesa de Setecoros- la llegada del matrimonio. Estaban esperando
para almorzar en una casa situada a escasos metros de la suya, donde
vive su hija.
Iban a participar en aquella reunión familiar tanto los padres
de María José y de Javier como sus hijos y otros familiares. Pero ellos
tardaban más de lo previsto. Y cuando fueron a buscarlos los
encontraron muertos, parece que tendidos en el dormitorio en medio de un
gran charco de sangre.
Aquella
imagen que nunca olvidarán quienes los encontraron cambiará para
siempre las vidas de estas personas; las mismas que ayer buscaban
consuelo apoyándose unos en otros.
Pero
no es fácil superar algo así. Especialmente en el caso de Fabián y
Cintia, los hijos de la pareja. Como tampoco lo tendrán sencillo los
padres de las víctimas, ya que viven todos.
«Era
una familia bastante grande y no se conocían problemas entre ellos,
como tampoco entre el matrimonio», reflexionaba una de las mujeres
asistentes al sepelio mientras se vivían escenas de tensión entre
algunas familiares de las víctimas que trataban de impedir el trabajo de
los medios de comunicación.
«Quizás el más extraño era él (Javier Bello), ya que apenas hablaba con nadie», indicaban otras mujeres allí presentes.
«No
era un hombre de bares y apenas saludaba a nadie por la calle, ni
siquiera a los que habían vivido al lado de su casa materna desde niño»,
apostillaban otros asistentes al funeral mientras esperaban a que
terminaran unos oficios que comenzaban con retraso, pasadas las seis y
media de la tarde.
«No saludaba ni a los que tenía puerta con puerta y estaba como deprimido, quizás más desde que se quedó en paro«, se comentaba a las puertas del camposanto de Santa María de Carracedo.
Nadie
puede entender lo sucedido, y mucho menos explicarlo. Nadie sabía decir
ayer qué habría podido pasar por la cabeza de Javier Bello para,
presuntamente, acabar con la vida de su esposa antes de suicidarse. Y
desde luego nadie puede justificarlo, ni ayer ni nunca.
Lo
que todos tienen claro es que hay que hacer todo lo humanamente posible
para acabar con la lacra de la violencia de género. Y así lo dejaban
patente tanto quienes asistieron al multitudinario entierro de la pareja
residente en el Concello de Valga como aquellos que participaron en las concentraciones de repulsa frente al machismo.
Unas
convocatorias que también tuvieron lugar ayer antes, durante y después
del entierro, celebradas en decenas de villas y ciudades gallegas.
Como sucedió en Vilagarcía, a instancias del colectivo feminista «O Soño de Lilith», y en Cambados,
por iniciativa de la asociación «A Naiciña». En estos y en los demás
casos para denunciar «una situación insostenible para las mujeres» y
tratar de cambiarla «porque nuestras vidas están en peligro».
En
la ciudad vilagarciana, con presencia de representantes políticos de
todos los partidos, las convocantes dijeron estar en la calle porque
«aunque en las filas de la derecha niegan la realidad de los
feminicidios y pretenden hacernos creer que son asesinatos que se dan en
cualquier género, lo cierto es que los presos por violencia machista
son el tercer mayor grupo en las cárceles de España, con casi 20.000
reclusos por esta causa, frente a los 11.000 condenados por homicidios».
Y a pesar de ello «los presidentes de la Xunta
y el Estado español se limitan a guardar minutos de silencio en actos
institucionales el día que se producen los feminicidios».
De
ahí que en «O Soño de Lilith» crean que «no se puede permitir que se
insista en que las mujeres deben denunciar y tomar medidas de
protección». En lugar de esto «hay que dirigir campañas a los
maltratadores, violadores y asesinos, porque queremos ser libres como
los hombres para poder caminar solas de noche y poder separarnos de
nuestras parejas sin miedo a que nos maten».
Así,
«cansadas de violencia» y de la respuesta de las instituciones frente a
las agresiones, como también convencidas de que «no viviremos en una
democracia mientras perdure el sistema patriarcal», el colectivo
feminista vilagarciano incide en considerar la violencia machista «como
un problema social y político de extrema gravedad».
En el manifiesto que se leyó durante la concentración en Vilagarcía se mostró el pesar por la muerte de María José Aboy. Y se reflexionó sobre ello diciendo que «escucharemos que no constaban denuncias previas de violencia y depositaremos parte de la culpa en la mujer que no denunció en lugar de hacerlo en las personas que compartían espacio con un asesino y no vieron el peligro ni hicieron nada por impedir lo sucedido».
En Valga, Sanxenxo, Santiago, A Coruña y
otros muchos rincones de Galicia se organizaron ayer emotivas
concentraciones contra el machismo y se guardaron minutos de silencio
por la muerte de María
José Aboy Guimarey, la vecina valguesa que el domingo perdió la vida -a
los 43 años- tras ser presuntamente tiroteada por su esposo, Javier
Bello Ferreirós, de 46.
Muestras de dolor y consternación como las vividas en la sede de la Xunta,
Ayuntamientos, plazas e institutos se repetirán hoy, pues de nuevo se
convocan protestas contra la violencia de género y actos de apoyo a los
familiares de las víctimas, entre ellos un hijo varón, de 23 años, y una
hija, de 18.
Entierros esta tarde
Al igual que quedará patente el dolor de la sociedad
gallega durante el entierro de este matrimonio que supuestamente no
tenía problemas que pudieran hacer predecir un desenlace tan terrible.
Los cuerpos de ambos llegaron ayer al Tanatorio San Roque, en Bemil (Caldas),
y los dos serán enterrados hoy a partir de las seis de la tarde en el
mismo cementerio, el de Santa María de Carracedo, también en el
municipio caldense, del que era natural el presunto homicida.
A
la capilla ardiente se desplazaron muchos de los vecinos y políticos
que por la mañana y de nuevo por la tarde-noche protagonizaron las
diferentes concentraciones de repulsa, entre ellas la organizada por el
Concello y la del colectivo feminista «O Refaixo de Carolina», que contó
con la asistencia de Carmela Silva, la presidenta de la Diputación de Pontevedra.
También acudieron al tanatorio algunos de los que acudían a mediodía al pleno extraordinario celebrado en el Concello de Valga,
en el que se decretaron tres días de luto oficial «en memoria de María
José Aboy Guimarey y de todas las víctimas de violencia de género».
De
forma consensuada entre los dos grupos que conforman la Corporación, PP
y PSOE, se decidió, igualmente, suspender todas las actividades
municipales previstas para estos tres días, «en señal de duelo». Al
tiempo que se condenaba enérgicamente «el terrible asesinato de nuestra
vecina», se ofrecía apoyo a la familia y se ponían a disposición de
todas las mujeres de Valga y municipios cercanos «los recursos del
Centro de Información á Muller (CIM), que ofrece asesoramiento
psicológico y jurídico gratuito a las víctimas de violencia de género».
Teléfono 016
La
Corporación no se olvidó de hacer un llamamiento a la sociedad para que
denuncie cualquier tipo de violencia de género «ante los departamentos
de Servicios Sociales, el CIM, los cuerpos policiales o el teléfono
contra el maltrato, el 016».
Se trata así de «evitar nuevas víctimas» y de «reafirmar el compromiso total del Concello contra la violencia machista».
En
este sentido, aunque no había evidencias de violencia de género previa
en el matrimonio valgués, hay que reseñar que once de las doce mujeres
asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año no habían
presentado denuncia.
Esto
lleva a la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y
de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona, a
decir que «la víctima tiene que saber que en España existe un sistema de
recursos asistenciales, judiciales y policiales que están creados solo y
exclusivamente con la intención de proteger su vida y su integridad
física y psíquica».
A lo que
Teresa Peramato, la fiscal ante el Tribunal Constitucional, añade que
«hay que decirle a la sociedad y a las víctimas que si hay alguna manera
de frenar al agresor es a través del procedimiento judicial, con
medidas cautelares o con penas».
También
se pronunció la vicepresidenta del Gobierno, ministra de la
Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, Carmen Calvo, quien
dijo sentir «inmensa rabia y dolor» y se mostró «desolada» tras conocer el crimen machista de Valga, ofreciendo «firmeza» para combatir esta lacra.
Abundando en ello, la Corporación condenó la muerte
de María José Aboy diciendo que era «una mujer joven, con toda la vida
por delante y con muchos sueños por cumplir que ya no podrá alcanzar».
Lo
hizo entre lágrimas, tanto las de miembros de la Corporación como del
público que asistía al pleno y después se concentraba en silencio a las
puertas del consistorio, con presencia de trabajores municipales y de
representantes de la Xunta y del municipio vecino de Pontecesures, con el alcalde Juan Manuel Vidal Seage a la cabeza.
En
esos actos el Concello de Valga expresaba su condena al «asesinato
machista» y mostraba su «absoluto rechazo a todas la formas de violencia
contra las mujeres, ya sea psicológica, económica, física o sexual»,
pues cualquiera de ellas constituye «un atentado contra la dignidad e
integridad».
Y desde la Administración local se dejaba claro, por último, que «la violencia de género no es un asunto privado, sino que se trata de un problema social que se combate con tolerancia cero frente a cualquier comportamiento machista», de ahí su intención de seguir «trabajando coordinadamente con otras instituciones y promoviendo actividades de prevención y sensibilización».
El alcalde conservador de Valga, José María
Bello Maneiro, explicaba ayer que los hijos de Javier Bello y María
José Aboy Guimarey «parecen no ser conscientes de lo que ha sucedido; es
como si no quisieran asumirlo y no acabaran de creérselo».
Añadía el regidor que tanto ellos como los demás familiares y el conjunto del pueblo de Valga están «destrozados por tan terrible suceso«. Desde el gobierno local también confirmaron que los psicólogos enviados por la Xunta y los trabajadores sociales del propio Concello siguen tratando de ayudar a la familia, y muy especialmente a los dos hijos del matrimonio formado por Javier Bello y María José Aboy.