«Me encañonaron y pensé que me iban a matar», dice una mujer asaltada en Valga.
«Me encañonaron y pensé que me iban a matar», dice una mujer asaltada en Valga
Tres encapuchados entraron en su bar cuando estaba cerrando, la amenazaron con una pistola y la maniataron.
Todos hemos sentido, alguna vez, la tentación de protagonizar una historia de cine. Pero cuando estamos en esa tesitura, nadie piensa en verse maniatado, amordazado y con una pistola danzando a un palmo de la cara. Ese fue el thriller del que el domingo por la noche fue protagonista, sin desearlo, Montserrat Otero, la responsable del bar de la playa fluvial de Vilarello (Valga).
Todo empezó a última hora de la noche. Cuando ya se acercaba la hora de cerrar, en el bar entró un desconocido que pidió una cerveza, se la tomó en silencio y se marchó. «Ya quedé desconfiada, no me gustó», cuenta Montse. Ella está segura de que el rostro de ese hombre se escondía bajo uno de los tres pasamontañas que protegían a los ladrones que la asaltaron poco después, al filo de las 23.30 horas. «Se acababa de marchar el último cliente. Ya tenía todo listo para cerrar. Apagué la luz del bar y fui al baño», cuenta la mujer. Desde allí oyó ruidos en la puerta. Y sin imaginarse lo que se le venía encima, fue a ver qué pasaba.
«Ya me encontré con uno de ellos, con la cara tapada y una pistola». Ni ella ni la Guardia Civil, que investiga los hechos, saben si esa arma era de verdad o simulada. Pero lo cierto es que cumplió su función de aterrorizar a la mujer, que estaba siendo apuntada con ella, con las manos atadas con cinta aislante. «Cuando me encañonaron pensé que me iban a matar, que me iban a violar…», relata. Suplicó por su vida, y hasta se inventó que tenía dos hijos. Y gritó. Gritó tanto que se quedó afónica.
Fueron quince minutos de pesadilla. Tras registrar todo el bar, los ladrones encontraron en el bolso de Montse el dinero de la caja: unos 500 euros en billetes y unos 200 en monedas. En cuanto lo tuvieron, a la mujer la empujaron hasta la cocina, donde la encerraron. «Yo estaba tan nerviosa que tardé media hora en sacar las cintas con los dedos… Aún los tengo agarrotados hoy», narraba ayer. Fueron esos dedos entumecidos los que el domingo marcaron el teléfono de su padre. «Fue al primero al que se me ocurrió llamar. Luego avisó él a la Guardia Civil». Este cuerpo está investigando este robo con violencia.
Mientras la Guardia Civil intenta arrojar luz sobre lo ocurrido, Montse trata de recuperar la calma. Ayer por la mañana se declaraba incapaz de volver al bar de su tormento. Pero por la tarde, con una armadura de valor, fue hasta allí llamada por el deber. «Tengo que entregar una lotería a unos clientes», decía, jugando con la cinta aislante con la que le ataron las manos.
LA VOZ DE GALICIA, 19/12/12
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