Una comercial del Banco Santander les dejó las cuentas a cero y el eterno proceso judicial les ha robado la esperanza.
Aunque tiene la mirada empañada por la tristeza, en sus ojos
relampaguea por momentos la indignación. La mujer habla despacio,
intentando controlar sus emociones, pero por momentos le cuesta trabajo
embridar la voz. Ante ella, extendidas como si fuesen un abanico de
naipes, tiene las cartillas del Banco de Santander. Las buenas. Las que
la entidad les facilitó años atrás, después de comprobar que,
presuntamente, una de sus comerciales, con destino y acción en la zona
de Pontecesures, les había robado los ahorros de toda la vida.
La
mujer que nos habla no quiere dar su nombre. Trabaja en una fábrica,
vive en una localidad pequeña, y lo último que desea es convertirse en
la comidilla del lugar. Pero tampoco quiere seguir guardando silencio.
Ella, igual que su hermano, igual que otros de sus familiares, llevan
nueve años viviendo unas estrecheces que no merecen. Porque el proceso
judicial que debería dejarles expedito el camino para recuperar sus
ahorros parece haberse quedado atascado en el juzgado de Caldas. Y ni
allí, ni en ningún otro lado, encuentran a alguien que les dé razón de
cuándo podrán recuperar lo que es suyo. Lo que tanto trabajo les costó
ganar. «O único que nos din é que teñamos paciencia. E
paciencia nós temos. Somos xente traballadora, non nos gusta andar en
liortas. Pero van alá nove anos», dice ella. A su lado, su hermano asiente.
A él, la estafa descubierta en Pontecesures
en agosto de 2010 le rompió todas las cuentas que había echado. Sus
ahorros, que él creía a buen recaudo, habían ido saliendo de su caja sin
que él se percatase. Al igual que todos sus familiares, estaba operando
con una libreta falsificada en la que su agente, la supuesta autora de
una estafa de bastante más de medio millón de euros, fingía normalidad
absoluta haciendo anotaciones a máquina. Para cuando el banco se dio
cuenta de lo que estaba pasando, no solo con estos clientes, sino con
muchos otros, a él le faltaban importantes cantidades de efectivo. Y
otra parte de sus ahorros había sido depositada, sin permiso ni
autorización, en unos valores de alto riesgo que no podrá tocar hasta el
2050. Como los suyos, los ahorros de algunos de sus familiares,
personas de avanzada edad.
Los dos hermanos recuerdan, al detalle, cómo
empezó su pesadilla. Fue con una llamada de teléfono del banco, que les
conminaba a presentarse con urgencia en Pontevedra «porque detectaran unhas irregularidades». «A verdade é que pensei que era unha broma»,
cuenta él. ¿En qué lío se podían haber metido, si ellos no son de los
que juegan con fuego? Además, en las libretas todo parecía estar en
orden. Lo único raro era que no les llegaban notificaciones por correo
-descubrirían después que estaban desviadas a una dirección de la
supuesta estafadora-.
No tardaron en saber que habían sido víctimas
de una estafa masiva de la que, solo en los primeros compases, se
contaban hasta una veintena de afectados, y se calculaba el valor del
dinero sustraído en unos 800.000 euros. «O banco
ofreceunos devolvernos os cartos que se retiraran en metálico, pero dos
que se meteran en fondos de risco só nos daban a metade, o resto tiñamos
que dalo por perdido», cuentan estos hermanos. Pero ellos, que saben lo que cuesta ganar el dinero, no quisieron aceptar el trato.
Quizás lo hubiesen hecho si supiesen que «a xustiza funciona como funciona».
El proceso contra la presunta estafadora sigue estancado en Caldas. Les
dicen que es porque hay una gran cantidad de afectados y que la
instrucción de este tipo de casos es larga y compleja debido al volumen
de informes que se demandan. «Hai unha única perito
caligráfica en Galicia. E no noso caso, as probas que fixo das firmas
que se falsificaron para quitarnos os cartos houbo que repetilas tres
veces, co que se retrasou todo», se lamentan. Pero si algo les ha dolido es la indiferencia mostrada por casi todos los implicados en el proceso judicial, «aos que non lles importa o mal que o estamos pasando». «Dinos
que esperemos. Pero levamos nove anos esperando. E o malo é que en todo
este tempo non vemos que o proceso avance. Non se moveu nada, non deu
un paso. Non podemos seguir así».
Sopesan crear, con otros afectados, una plataforma
Esta familia de Valga no es la única afectada por la estafa descubierta en 2010. Calculan que hay entre 25 y 35 personas más en una situación semejante a la suya. Y, de hecho, están valorando la posibilidad de contactar con algunos de ellos y poner en marcha una plataforma de afectados. Según trascendió en su momento, una agente bancaria, que gestionaba una oficina de seguros y era colaboradora del Santander, retiró más de ochocientos mil euros de las cuentas de sus clientes. El banco se comprometió a resarcir a los afectados.
La Voz de Galicia