Anxo Moreiras fue el primer infectado del área sanitaria de Santiago.

Cuatro de marzo de 2020. Un hombre de 49 años que había viajado desde Madrid hasta A Coruña para realizar una entrevista de trabajo en el Grupo Inditex, se convertía en el primer caso de coronavirus de la comunidad autónoma. Horas después, saltaba una nueva alarma: el primer gallego infectado, Daniel Aldea, de 44 años, ingresado en el Álvaro Cunqueiro. El miedo se instalaba en la población.

En aquel momento en el conjunto de España había unos 200 casos identificados, y cada vez el desastre de Wuhan parecía más cerca de nuestras vidas cotidianas. Aún era difícil conocer a algún infectado, pero los ojos de la población estabar alerta ante cualquier tosido de persona ajena.

AMPLIA MEJORA EN MEDIOS DE DETECCIÓN. Los medios de detección por aquel entonces eran pobres y tardíos. Y es que para identificar un positivo eran necesario realizarle una prueba de detección que tardaba tres horas en arrojar el resultado en el hospital de ingreso. Y, posteriormente, aún debía ser enviada al Centro de Microbiología de Madrid para su confirmación definitiva. Poco era lo que se sabía de la forma de actuar del virus pues, en caso contrario, no se habrían demorado tanto en dar por hecho un positivo, ya que cada hora de contacto exponía más a las personas al contagio.

En el caso de Daniel Aldea, por ejemplo, la primera PCR que le hicieron llegó cuatro días después de que acudiese a urgencias en Moaña en repetidas ocasiones y al Álvaro Cunqueiro, donde lo ingresaron diagnosticado de una neumonía que se había complicado. Tal y como reconocieron en su momento los propios médicos que le atendieron, nadie pensaba que era covid.

Sus síntomas habían comenzado también tras un viaje a Madrid para visitar a su hermano, aunque en el seno de la familia de su pariente nadie desarrolló la enfermedad. No corrió la misma suerte la suya, donde días más tarde se confirmaron los positivos de su pareja, y del hijo y la sobrina de esta.

ESTIGMATIZACIÓN. Ante tales circunstancias, y teniendo en cuenta que los primeros casos surgidos estaban vinculados a personas que llegaban de Madrid, el epicentro de la pandemia en Galicia, la población empezó a generar rechazo hacia los desplazados desde esa comunidad. Famosos se hicieron los carteles que muchos vecinos ponían en las puertas de los pisos de retornados que querían estar en Galicia por no saber si Madrid se cerraría por completo en días posteriores.

Uno de los que sufrió ese escenario de críticas, incluso de insultos en las calles de su pueblo natal, fue Anxo Moreiras, un joven de poco más de veinte años que viajó el 8 de marzo (cuatro días después del primer positivo) a Pontecesures en transporte público para pasar la cuarentena junto a su familia, la que le podía cuidar. Había sido positivo y en Madrid vivía junto a un compañero de piso, por lo que si algo más grave le sucedía, no tendría familia a la que acudir. Este fue el primer infectado detectado en el área sanitaria de Santiago.

Pero la expansión fue imparable. Una semana después, el 12 de marzo, ya eran 65 los contagios en activo, y el 15 de marzo se dió en Galicia la primera muerte de un paciente covid: un hombre de 81 años ingresados en el Hospital Lucus Augusti de Lugo.

PRIMER FALLECIDO EN ESPAÑA. En España, el primer fallecido llegó precisamente el 4 de marzo, cuando Galicia detectaba ese primer positivo. El hombre que perdió la vida había viajado a Nepal y fallecido a las pocas horas de entrar por urgencias. Tenía 69 años y se infectó pese a que en Nepal en el momento de su viaje solo había un caso comunicado (pero recordar que este país hace frontera con China). El deceso se había producido, con todo, a mediados de febrero, pero la Comunidad Valenciana, comunidad donde perdió la vida este hombre, no había logrado confirmar que la causa de la muerte había sido el covid hasta el 4 de marzo.

Ese mismo día llegaría horas más tarde la segunda muerte: un hombre de 82 años en Bilbao. En las ucis permanecían ingresadas otras siete personas con pronóstico grave y las alertas habían saltado porque el director del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias, Fernando Simón, había informado de que entre los 200 contagios había tres casos en menores: dos en Castilla-La Mancha y una niña de tan solo cuatro años en Madrid contagiada después de que su padre viajara a Bérgamo (Italia). Poco se podía predecir en aquel momento de lo que después se comprobaría: que los niños presentaban mucha más resistencia a infectarse.

EL 8-M NO SE VEÍA COMO UN PELIGRO. Así las cosas, y pese a que solo quedaban tres comunidades libres de covid (Murcia, Ceuta y Melilla), Simón recalcaba que no era necesario el cierre de los colegios –apenas una semana después, el 13 de marzo, el declarado estado de alarma haría que sí se clausurasen– y que el 8-M no era una zona de riesgo, por lo que no había que hacer ninguna recomendación especial. Después se vería que habría sido un estrepitoso foco de expansión.

En la actualidad, dos años después de aquel día en el se generaba la primera alerta en Galicia y seis olas después (la última la de más infectados, pero sin trasladarse a los hospitales), el coronavirus no asusta a la mayoría de la población. Más de medio millón de gallegos se han infectados (el 18,5 % de la población) y, parece que ahora sí, se ha logrado volver a la vida normal, conviviendo con esta plaga que nos ha tenido dos años sin vivir.

El Correo Gallego

Denuncian que los andenes de la estación de Pontecesures carecen de iluminación.

Los usuarios alertan de que el estado del propio edificio de la estación, cerrado desde hace años, es lamentable

Los usuarios alertan de que el estado del propio edificio de la estación, cerrado desde hace años, es lamentable.Los usuarios reclaman la recuperación de las frecuencias suprimidas a raíz de la pandemia

A las incomodidades que frecuentemente denuncian los usuarios de la estación de tren de Pontecesures, que discurren entre las zonas de jardín abandonadas, el deterioro del edificio cerrado, la falta de mobiliario y la ausencia de megafonía, se une la ausencia de iluminación eléctrica en los andenes. «A primera hora de la mañana y a última de la tarde, tenemos que permanecer a oscuras bajo la marquesina, con problemas para subir y bajar de los vagones e, incluso, de seguridad ciudadana», denuncia el exconcejal Luis Sabariz.

Sabariz reclama de las autoridades que tomen medidas en defensa del ferrocarril. La primera, la recuperación de las frecuencias suprimidas por la pandemia. Como usuario de este servicio de transporte público, alerta de que el viernes, ante la llegada de una doble composición que circulaba entre Vigo y A Coruña, la propia estación de Pontevedra carecía de servicio de taquilla.

La Voz de Galicia

El COVID en Ulla/Umia.

La situación sigue disparada también en esta comarca. Portas, con 10 casos, supera por primera vez  el valor de riesgo extremo de 250 de la incidencia acumulada a 14 días. Era, hasta ahora, el único municipio de Ulla-Umia que se mantenía por debajo de este umbral, con lo que ahora toda la comarca está ya en máxima alerta. 

Cuntis registra 31 casos (igual), mientras que en el resto de localidades, aunque la situación es mala, bajan las cifras. Así, Valga contabiliza 128 (dos menos), siendo la primera vez que baja en varios días. En Pontecesures se registra otro descenso destacado, por segundo día consecutivo (ocho menos), hasta los 68. En Moraña se cifran 35 (dos menos), en Catoira 27 (dos menos) y en Caldas 61 (seis menos). 

En la residencia Nuestra Señora de la Asunción de este último municipio, la Xunta informó ayer de 5 usuarios que han negativizado, aunque todavía queda un trabajador afectado.

Diario de Arousa

Valga solicita cierre conjunto con Cesures por compartir servicios de tipo esencial.

El gobierno local de Valga ha solicitado formalmente a la Consellería de Sanidade que declare el cierre perimetral conjunto con Pontecesures, una localidad con la que mantiene una diaria interacción en materia de servicios. De hecho el gobierno valgués no cuenta con cadenas de supermercados y es muy habitual que sus vecinos acudan a Pontecesures para satisfacer estas necesidades esenciales. Las autoridades sanitarias se comprometieron a estudiar la petición e informaron que cualquier vecino de Valga puede desplazarse a otro concello limítrofe a comprar siempre y cuando los productos que deseen adquirir no los haya en su localidad.

Valga y Pontecesures son tan solo dos de los once concellos arousanos que a partir de hoy están en alerta máxima de restricciones y con medidas muy severas. De hecho los vecinos de estas dos localidades y los de A Illa, Vilagarcía, Vilanova, Caldas, Cuntis, Rianxo, Boiro, A Pobra y Ribeira no pueden salir del municipio salvo causa debidamente justificada. Además la hostelería solo podrá servir en terraza hasta la seis de la tarde. El resto de concellos tienen también medidas fuertes, aunque más ligeras al eliminarse el cierre perimetral que había en algunos de ellos hasta ahora. En todo caso los datos de evolución de la pandemia en las tres comarcas arousanas son malos y se prevé que la situación pueda ir a peor en los próximos días, de ahí que desde las autoridades hagan un llamamiento a la “precaución máxima”. En Vilagarcía los casos siguen subiendo y son 113 positivos; en A Illa son 73; en Vilanova 22 y en Sanxenxo 36. Logra bajar Cambados a los 29 casos activos y O Grove se mantiene con los 15 positivos de la jornada anterior. La presidenta de la Mancomunidade, Marta Giráldez, asumía sin fisuras la aplicación de las medidas, aunque expresó su opinión de que se debería haber sido “valente” antes. El regidor de O Grove, José Antonio Cacabelos, volvió a pedir el confinamiento de la población para frenar una tercera ola que preocupa y que todavía no ha alcanzado su pico máximo.

Los cierres perimetrales nos sitúan al borde del semiconfinamiento

Cerrojazo a once concellos de la Ría de Arousa. La alta incidencia del coronavirus en las comarcas arousanas ha llevado a la Xunta de Galicia a decretar el nivel máximo de alerta en Vilagarcía, Vilanova, A Illa, Rianxo, Boiro, A Pobra y Ribeira. Todos ellos tenían medidas ya muy duras, pero ahora se incrementan. No son los únicos. Por primera vez desde el inicio de la pandemia al listado de restricciones más severas se suman también Caldas, Cuntis, Valga y Pontecesures que han visto subir peligrosamente su curva de contagios en los últimos días. Una decisión que no pilló por sorpresa a los alcaldes de las diferentes localidades que buscan, en todo caso, que los contagios se frenen. Las medidas empiezan a tener efecto a partir de hoy a las doce de la noche y, previsiblemente, se extenderán hasta mediados del mes de febrero.

El nivel de restricción máxima afecta sobre todo a la hostelería y a la movilidad. En el primer caso porque los bares y restaurantes solo podrán abrir a las seis y únicamente atender en terraza, nada de interior. En el segundo caso porque los once ayuntamientos citados estarán cerrados perimetralmente en solitario. Eso implica que, por ejemplo, un vecino de Cuntis no podrá entrar ni salir de su localidad salvo causa justificada como ir al médico, trabajo o cuidado de personas mayores o dependientes entre otras ya tipificadas desde hace meses. Lo mismo en los ya señalados como son Valga, Cesures o Caldas. Su actividad debe limitarse a su término municipal. Son un total de 142.212 arousanos los que se verán sometidos a este nivel máximo de restricciones.PUBLICIDAD

Por otra parte el resto de los ayuntamientos de las comarcas de O Salnés y Ulla-Umia (en O Barbanza todos están en el nivel máximo) se colocan en el nivel medio-alto como el resto de Galicia. Esto trae cambios sustanciales. Cambados, Meaño, Sanxenxo y O Grove abren sus perímetros (llevaban con ellos cerrados varias semanas) y sus vecinos podrán desplazarse a otros concellos no cerrados. Eso sí, la recomendación repetida al máximo ayer por el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, fue la de evitar salir de casa más allá de las actividades necesarias y esenciales.

Diario de Arousa