Cómo odio la “nueva normalidad”.

Publicado por Redacción en

  • Una pareja disfruta de uno de estos increíbles y calurosos días en una lancha que navega por el Ulla en Pontecesures

Pregunta obligada en estos tiempos tan convulsos: ¿Có-mo están ustedes?

Les juro que, aunque la frase les suene como el grito con el que Fofó comenzaba el programa Los payasos de la tele, no estoy de broma.

Lo que sí vuelvo a estar, por enésima vez, es muy cabreado, dolido, cansado, hastiado y superado. No por la pandemia, no por la infección ni el miedo a la covid-19, sino por la estupidez tan supina de que tantos hacen gala.

Algo que me molestó mucho durante estos últimos meses fueron las puntillas con las que se intentó poner fin la pureza de nuestro idioma, usando términos obsoletos, adjetivos inadecuados e inventado fórmulas que no tienen ni pies ni cabeza.

Podría empezar por la palabra desescalada, derivada lógicamente de escalada, que a su vez se está utilizando ahora por influencia del to escalate del inglés.

Como bien dice la Fundeu BBVA escalada y desescalada refiriéndose al aumento o disminución de las medidas para controlar el coronavirus no están ni mal formadas ni mal empleadas, pero sí que recomienda otros sustantivos más precisos como aumento, incremento, intensificación, crecimiento y subi- da, así como disminución, rebaja, decremento o relajación; y, para los verbos, aumentar, incrementar o ele- var, por un lado, y rebajar, reducir o disminuir, por otro.

Ven qué fácil, qué rico es el castellano, qué de vocablos tenemos para utilizar sin que nos duelan los oídos.

Pues nada, lo avisa la Fundeu, lo advierte la Real Academia Española y nuestros políticos, empezando por el presidente de nuestro Gobierno de coalición, Pedro Sánchez, que si quieres arroz Catalina, ellos a lo suyo y explicarse como Dios les dio a entender.

Por supuesto que no soy un purista del idioma, desde luego, no escribiendo y menos aún hablando, pero sí que intento perfeccionarme y mejorar y, aunque ya no sé si me queda tiempo, me gustaría poder jactarme de usar un lenguaje limpio, claro y precioso.

¡Cuántos bellos adjetivos podría añadir sobre el español y no me cansaría nunca!

Como les decía, no soy perfecto, ¡solo faltaría! De muestra un botón: cuando escribo o hablo del covid lo hago siempre en masculino, cuando realmente es femenino. Es que me cuesta un montón decir “la covid-19” en lugar de “el covid-19”.

¿Qué por qué es así? Muy sencillo, porque covid-19 se refiere a la enfermedad y por tanto la concordancia es femenina en género y no masculina. Pero si nos referimos al virus sería masculino: el coronavirus.

Les queda claro, ¿verdad? A mí también, y les prometo que desde ahora y por mucho que me cueste me corregiré y hablaré de esta enfermedad en femenino.

Pero después de estas provechosas reflexiones, vamos al meollo, al quid del artículo.

Hay una fórmula que se viene utilizando de manera masiva y que no me gusta nada, pero nada de nada. Me refiero a la nueva normalidad.

Pero a quién se le ocurrió eso, que contradicción tan grande, tan terrible.

A ver si nos aclaramos, señores y señoras. Si es normalidad pues es normalidad. Ni nueva, ni vieja, ni peor, ni mejor. ¡Es normalidad!

“Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.

2. adj. Habitual u ordinario.

3. adj. Que sirve de norma o regla.

4. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano”.

Estas son las cuatro primeras definiciones de la RAE de la palabra normal, así que es ilógico y ¡erróneo! servirse de la nueva normalidad.

Ya les comenté en otra ocasión no muy lejana que para lo bueno y para lo malo esta pandemia y, sobre todo, el confinamiento han aflorado mucho de lo que habitualmente ocultamos, de lo que escondemos, de nuestras virtudes, nuestros vicios y de nuestras peores actitudes.

Lo que de verdad deseo es que llegue la normalidad, así, tal cual, como lo oyen. No la quiero ni mejor ni peor que la anterior, ya me había acostumbrado a ella, con todos sus defectos y aprendí a sortear sus inconvenientes y aprovechar sus ventajas.

Quiero ir a los bares sin hacer cola, quiero entrar en el supermercado acompañado de Isabel, deseo entrar en el Gifi y en el Decathlon sin mascarilla.

¡Quiero estrecharos la mano, abrazaros y besaros!

¡Quiero normalidad!

Ángel Orgaz. El Correo Gallego


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